viernes, 14 de mayo de 2010

LEYENDAS Y TRADICIONES: Ecuador y Perú




DOS VECES ME BOTARON DEL MAGISTERIO
(tradición)

Mario Arenas Rodríguez es un nonagenario que vive en la ciudad de Arequipa, Frontera Sur entre Perú y Chile. Nació en 1917. Nos encontramos en Chiclayo, ciudad ubicada al norte peruano. Dueño de una memoria admirable, cuenta con lujo de detalles algunas facetas de su juventud, a Juan Carlos Arce de Tarapoto, José La Chira de Barranca, José Bustamante Díaz de Cajamarca, y a otros. Me jubilé hace treinta y cinco años dice, y desde ese tiempo escribo. ¡Soy artista! Además he realizado varias exposiciones de pintura y escultura. Mis obras están exhibiéndose en algunas instituciones de Arequipa, Lima y otros lugares del Perú.
Escudriñar el mundo de experiencias de este singular personaje es maravilloso, a sus 93 años es un libro abierto a la vida. Fui maestro, continúa: me botaron del magisterio en 1943, solamente porque intervine como moderador de un debate en la Universidad “San Agustín” entre dos grupos de jóvenes bien identificados: católicos y apristas, este último considerado como comunista y anticatólico; entre ellos discutían muy reñidamente. Luego que terminaron, en las conclusiones manifesté: “¡Qué ganamos hablando que el redentor está por aquí y el redentor está por allá!, cuando el pueblo se debate en la miseria y se muere de hambre; piensen en forma urgente solucionar primero estos problemas”. ¡Con esto me retiré!
Cuando llegué al colegio “San Francisco”, lugar de mi trabajo, enseguida me llamó la atención el señor Director, ¡y me dice!: ¡conocemos que usted ha sido el moderador de un debate en la Universidad “San Agustín” entre católicos y comunistas! ¡Está muy mal!, ¡usted no debía aceptar esto! Por lo tanto, señor Arenas, ¡desde este momento queda separado del cargo!.. ¡Muchas gracias sus servicios! ¡Me botaron!
Como necesitaba trabajar, me ocupé en una fábrica de fideos y caramelos durante tres meses, hasta que reingresé al magisterio con el nombramiento de Director de la escuela de Socaballa. Al año siguiente, en el mes de marzo de 1945, antes de iniciar las labores docentes me solicitaron que sustente una conferencia sobre “Las corrientes pedagógicas contemporáneas”, para tal propósito leí algunos libros sobre el tema, entonces para rematar mi exposición les dije a los profesores: si queremos cambiar la educación en el Perú, tenemos que aplicar tres temas fundamentales. PRIMERO: Que se introduzca en el pensum de estudios para los niños y jóvenes, la cátedra de educación sexual, desde luego con las limitaciones que corresponden a cada edad y a cada sexo. SEGUNDO: Que se implante el sistema coeducativo, es decir que niñas y niños estudien juntos; no es posible que estén separados en planteles exclusivos para cada sexo; si hombres y mujeres viven juntos en las familias y en la sociedad, ¿por qué los separamos en la escuela? TERCERO: Que las instituciones religiosas no participen con su credo en el proceso educativo nacional. La educación debe estar totalmente ajena a las doctrinas religiosas. Eso no quiere decir que las familias no enseñen religión a sus hijos. Pueden hacerlo de acuerdo a su creencia, pero en sus hogares.
Esta conclusión alborotó especialmente a algunos curas y monjas que se encontraban en los asientos de las primeras filas. La censura fue inmediata y la furia de ellos me hacía presumir los deseos que tenían de caerme a golpes. Yo detrás de unas cortinas observaba, y al no resistir el bochorno les hice así (señala con sus manos la forma como se mofó). ¡Peor!, no me dejaban salir, me querían linchar. Entonces recordé la lectura que alguna vez la hice en el periódico “El Comercio de Lima” de unos comics, en que un toro persigue a Eneas y cuando llega al río no hace más que lanzarse al agua y ¡bummm!, pasar al otro lado a nado y el toro se queda en la orilla; entonces me dije, no hay más remedio que abrir la puerta y salir corriendo por medio salón. Así lo hice, pero me llovieron los carterasos de las monjas y profesoras, me insultaban, y me gritaban un montón de groserías. Pero salí; más allá, en el Parque España, muy cansado en una banquita me senté a reflexionar de lo que había hecho; pero a la vez sentía felicidad por haber enfocado un tema que en ese entonces nadie se atrevía a hacerlo. En días posteriores cuando los curas o las monjas me encontraban en la calle, se santiguaban y parece que me echaban agua bendita diciendo: ¡el diablo, el diablo!
El sistema coeducativo recién se lo implanta en el gobierno del Dr. Velasco Alvarado en 1975, cuando yo hablé de esto, hace treinta años.
Continuando, después de un mes, me llegó una resolución del Ministerio de Educación Pública, indicándome que me destituían de la Dirección de la escuela de Socabaya, por dedicarme a actividades ajenas a la enseñanza de los niños; por supuesto que en este caso tuvieron que ser los curas quienes se quejaron.
¡Esto ocurrió en 1945! En 1946, hablé personalmente con el señor Ministro de Educación Pública y le expliqué la razón de mi despido intempestivo, a lo que él ordenó a los subalternos que me restituyan inmediatamente el cargo de profesor en una escuela de la ciudad de Lima. Una vez posesionado realicé un cambio mutuo con una profesora de Arequipa y regresé a mi tierra. Aquí trabajé hasta 1957, año en que las autoridades superiores deciden enviarme a Bucalpa ubicada en la Selva Oriental junto al Río Amazonas. A los dos meses otra disposición para que vaya a Caballococha en la frontera con Brasil y Colombia, frente a Leticia, a fundar un internado. ¡En menos de dos meses estuvo listo! Allí en cambio me amenazaron con quemarlo, supongo porque iba a funcionar en un antiguo depósito de caucho regentado por los gringos, ¡no sé! Pregunté a la policía, ¿por qué quieren quemarlo? No sabemos me dijeron, pero hemos venido a ayudarle a sacar las cosas y la gasolina que tienen en el local. Doce bidones de gasolina y otros enseres llevamos a la comisaría para ponerlos en buen recaudo.
A través de la radio esta novedad la hice conocer inmediatamente al Ministro de Educación Pública, además le indicaba que el internado estaba listo para inaugurarlo, por lo que les solicitaba la presencia de un funcionario de Educación en esta zona.
Unos días antes envié las invitaciones a todas las autoridades de Caballococha, y como el cura no se encontraba en el lugar, estaba en Leticia, y según rumores de los ciudadanos había dejado encendiendo la mecha en el pueblo contra mí; sin embargo le dejé la invitación al sacristán para que se la entregue cuando regresara. En la invitación con palabras comedidas le decía: “Señor cura párroco, de la orden Franco Canadiense. Queda cordialmente invitado a la inauguración del internado y nos honraría mucho en que usted sea quien realice la bendición del mismo”. El día de la inauguración fue el primero que llegó. Teníamos todo preparado para los chicos: alimentación, camas, libros, útiles de aseo personal para cada uno y más. Yo con mi guitarra les enseñé canciones escolares para que entonen ese día. ¡Estupendo!, me dijeron las autoridades, quisiéramos siempre hombres como usted, era un voto general de todo el Cabildo de Caballococha. En eso el cura, se cambió los ornamentos, llenó una fuente de agua bendita y con el hisopo lanzó por donde pudo; hablaba despacio, no se le entendía lo que decía, ¡no sé si a lo mejor me estaba maldiciendo!, yo lo escuchaba no más.
Bueno, después de servirnos una comidita, agradecí a las autoridades y al reverendo párroco, y me dispuse a regresar a mi habitación. Entonces el cura muy atento se ofrece en acompañarme y cuando estamos en medio camino dice, ¡creí que usted no me iba a invitar!, ¡pero por qué no le voy a invitar!, si usted es el párroco del pueblo!, le digo. ¡Es que usted nunca los lleva a los niños a la misa!, continúa, ¡si, es verdad que no los llevo, ni los llevaré, porque yo no soy sacristán! ¡Yo soy educador! ¡Y como educador, educo para la libertad! ¿Qué saben ellos de libertad?, responde enojado; entonces alzando la voz le digo: ¡Si no saben, entonces que aprendan!
Termina manifestando el profesor Arenas, ¿y saben por qué los chicos del internado no iban a la misa? Porque los domingos les decía: los que quieran ir a misa o a comulgar vayan; le indican al cocinero para que les guarde el desayuno; y los que quieran irse a pescar, se van conmigo. Entonces junto a los pescadores todos subían a las lanchas y zarpábamos al río. ¡Nadie se iba a misa! ¡Qué culpa tenía yo! ¡Verdad!

Loja, 5 de diciembre de 2009

Eduardo Pucha S.
ECUATORIANO


SOLEDAD EN RÍO NEGRO

Los pueblos, así como los seres vivos, cumplen su ciclo vital. Por la emigración muchos lugares del mundo desde épocas bíblicas se han quedado abandonados y convertidos en pueblos fantasmas. Ese es el caso de Río Negro ubicado en Manú, cantón Saraguro en la provincia de Loja, que si alguna vez fue hermoso y acogedor caserío, hoy está deshabitado, quedan en pie como testigos mudos, cinco casas abandonadas, una capilla sin techo, escombros de una casa comunal y la escuela destruyéndose por sí sola.
Don Baudilio Macas, con mucha tristeza cuenta que él nació y creció aquí. Era hermoso, dice, pero que de un momento a otro se fueron todos; ¡no sé adónde!, ¡pero se fueron! Hoy sabemos que están en la Madre Patria, otros en Italia e Inglaterra. ¡Cada semana desocupaban el caserío y en caravana se marchaban!
¡Ahora no vive nadie aquí!, es desolado y triste, más aún cuando en la tarde se cierra la neblina y cubre la planicie y el pajonal. Los que vivimos en Manú, volvemos cada semana a realizar nuestras faenas agrícolas y a pastorear el ganado, ¡nada más!
En este lugar vivíamos más de 12 familias, y se educaban alrededor de cuarenta niños. A los profesores que llegaron aquí los recuerdo, como ayer: Ángel Cofre, Rosario Valdivieso, Elvia Chimbo, Fanny Macas, entre otros y “la señorita” María Guayanay, que fue la última que trabajó en este lugar. ¡Ya no habían niños!, ¡como tampoco había alegría!

Aquí vivió don Segundo Macas, era el líder, un hombre dinámico y servicial; todos los vecinos lo querían y respetaban, falleció a los noventa años; también recuerdo a algunos abuelitos: Isaac Macas, Néstor Macas, Desiderio Tocto, José Rosas, José Labanda, Honorato Sigcho, Salomón Macas, Flora Macas, y otros.
Cuando queríamos realizar una obra, nadie cobraba, el trabajo era “gratuito” al “vuelto” o a través de las “mingas”. La escuelita así la hicimos, con adobe y teja en los terrenos que donó mi padre. Luego la otra aula la construyó la municipalidad de Saraguro; de igual manera construimos la capilla y casa comunal. ¡Hace 10 años que nadie entra en ellas!
Cuando llegaba el mes de diciembre, con mucha pompa y devoción celebrábamos la Navidad, aquí se hacía la “Fiesta del Niño”, con banda de músicos, vaca loca, cohetes y globos. Los curitas: Servilio Córdova, Víctor Betancourt, Manuel Yanangómez, Manuel Cabrera, Guillermo Torres, Luís Díaz, Evaristo Soto y otros junto a los priostes organizaban estas bonitas fiestas, que hoy son el recuerdo.
Contaban los mayores que hace más de cien años llegaron nuestros abuelos a poblar Río Negro; se llama así, porque las aguas y las piedras de la quebrada que cruza el lugar son negras. Está ubicado a una altura de 3.600 msnm. Para llegar a este lugar desde Manú antes en acémila hacíamos 3 horas, ahora hay una carretera que pasa a Zaruma en la provincia de El Oro, y en carro hacemos media hora.Comienza a caer la tarde y regresamos con don Baudilio, posiblemente pensando en lo mismo; qué extraño silencio sin el bullicio de los niños en la escuela; qué callada la explanada de Río Negro sin el repiqueteo de campanas; qué desolado el lugar, sin el ir y venir de la gente a la misa de fiesta. ¡Qué silencio! ¡Qué soledad!

No hay comentarios:

Publicar un comentario