domingo, 23 de diciembre de 2018

NAVIDAD EN LA PARROQUIA SAN LUCAS


Leyendas y tradiciones


San Lucas es una parroquia rural del cantón Loja, asiento importante de una fracción de la etnia de los “Saraguros”, considerada como la “Raza más pura de América”.
Hay contadas familias mestizas que viven en este lugar porque la mayoría ha emigrado.  
Muy orgullosos conservan su vestimenta, costumbres, tradiciones y cultura.   Se caracterizan por ser cordiales, amables y atentos.  
Por esta razón, con algunos meses de anticipación, taita Julio Guamán, me dijo: Quiero que vengas a mi casa a pasar la Navidad, porque  soy Marcantaita del Niño Dios.   Ven el 23 de diciembre.
Efectivamente, el día indicado estuve en la Iglesia de la parroquia San Lucas, para presenciar el traslado del Niño Jesús, desde el templo a la casa del Marcantaita.
Eran las diez de la mañana.   En el interior de la iglesia estaban presentes los marcantaitas: Julio Guamán y Antonia Gualán, del Niño de la Iglesia; Angel Quishpe y Carmen Lozano, del Niño del barrio Guaguirpamba; y Jaime Guamán y Carmen Guayllas, del Niño del barrio Socacocha.   Cada pareja luciendo sus mejores vestimentas: Taita Julio y esposa con un atuendo color fresa; taita Jaime igual, con atuendo color amarillo; y taita Ángel con un atuendo color azul, destacándose más un collar con monedas de plata blanca y adornos especiales.
Cada Niñito  acompañado de los “juguetes” personajes folclóricos del lugar: sarawish, osos, tigres, diablicos, ajas, paileros, y los wikis que ponen la chispa del buen humor en toda la fiesta; además una banda de pueblo y el “taita músico”, con violín y bombo haciéndolos bailar a los juguetes.
Dentro de la iglesia, el Padre Manuel Yanangómez, inicia el ceremonial religioso de traslado de los Niñitos  a las casas de los marcantaitas y explica el significado de la Navidad: “hermanos queridos, sean bienvenidos  a esta gran fiesta de la Navidad, -dice- vamos a empezar realizando el rito de la “purificación”; no puede comenzar la Navidad sin la purificación de los pecados, para que Jesús entre en nuestros corazones”.
Por costumbre, ustedes ya realizaron el rito de purificación en sus casas con el baño que hacen de mañanita los guiadores al marcantaita y marcanmama echándoles agua de congona y de rosas, ese es un baño de purificación, ¿verdad?   ¡Entonces, ya están  purificados!   Ahora vamos a hacer el mismo rito a través del baño, pero en la iglesia con el sacerdote.
Primeramente pidamos a Jesús que bendiga el agua aromada con las hojas de congona y los pétalos de rosas que ustedes cultivan y que han traído al templo para realizar la purificación”
En una mesa frente al Altar Mayor está colocada una jarra de barro con chicha de jora, unos vasitos y una fuente grande de agua aromada; entonces el cura inicia la ceremonia de purificación roseándoles agua con un pétalo de rosa la cabeza y luego las manos de los marcantaitas; igual lo hace con los guiadores; luego a Taita Ashuco, el más anciano de Guairapamba; a los wikis, sarawis, danzantes y todos los personajes de los juguetes.  
Posterior a ello bendice la chicha que es el símbolo de la fiesta.   Continúa diciendo: la chicha es reemplazada por el vino.   En el tiempo que vivió Jesús, en las bodas de Caná consumieron vino; pero como en San Lucas no hay viñeros, sino chacras de maíz, entonces el vino es reemplazado por la chicha de jora.   ¡La chicha simboliza fiesta!   Esta chicha, así como el vino son creados por Dios.
Mientras se desarrolla esta ceremonia, en el pretil de la iglesia la “banda de pueblo” está entonando música autóctona; y, los wikis con bailes ancestrales esperan la salida de los Niños para encaminarlos hasta el lugar denominado Pan de Azúcar, kilómetro y medio más allá del pueblo para despedirlos al de Socacocha y el de Guaguirpamba.   En tanto que el Niño de la Iglesia regresa en algarabía con banda de músicos, juguetes y el “taita músico” a la casa de Julio Guamán.
Todo está listo en la casa de Julio, en un lugar especial han arreglado el nacimiento para velarlo esta noche al Niño.
Antes de colocarlo en el nacimiento, Francisco Lozano con su investidura de síndico comienza a asentar el Niño en la cabeza de los marcantaitas primero, luego a los guiadores, devotos, familiares, y la gente que desee.   Según manifiesta está haciéndoles “gozar” a cada uno mientras elevan peticiones y oraciones acompañados de un constante sonar de una campanilla.   Esta es nuestra fe y devoción, manifiestan los asistentes.  
Terminado el “goce del Niño” invitan a almorzar a los guiadores y  devotos, así como a todos los presentes.
En la sala, alrededor de una mesa grande están sentados los priostes, guiadores y empleados de la Iglesia, en otro lado las esposas de ellos para servirse la comida preparada por la navidad.  
Desde la puerta de la cocina ingresa “taita servicio” con platos medianos de caldo de res, lleno de presas de por
lo menos una libra de peso, cada invitado recibe y lo desocupa en una vasija que lleva consigo para este propósito.
Nuevamente “taita servicio” regresa con otras bandejas plásticas bien grandes llenas de arroz (uchumate) con queso y pan acompañado de una gaseosa de tres litros y son entregados al marcantaita y éste a su vez reparte en platos pequeños  a los familiares, a los compadres y a los invitados especiales.
Remata “taita servicio” con otro plato mediano en este caso lleno de un preparado de col y una yuca grande, cocinada entera.
El día veinte y tres se come carne y el día veinte y cuatro realizan la vigilia, brindando en grandes proporciones solamente sopa de fideo, frejol con guineo, mote y el pinzhi consistente en una bandeja grande de arroz con huevos cocinados, queso, pan y miel.
Dice don Manuel Andrade que esta es una tradición muy nuestra conservada como herencia de nuestros ancestros y por ende es muy respetado por nosotros.   Los platos del pinzhi no pueden ser desviados de destino, tienen que dárselo a la persona que le corresponde.
Para que alcance la comida a todos los priostes y la gente que nos acompaña, un familiar del marcantaita dijo: para la fiesta de la Navidad pelamos cuatro vacas y si falta se pelará otra. 
Así es la costumbre.


viernes, 14 de diciembre de 2018

NAÚN BRIONES REÚNE A INTELECTUALES EN CANGONAMÁ

 
La Hora, 4 de diciembre de 2018, Pag. A8
CULTURA. Los escritores Eliécer Cárdenas y Eduardo Pucha Sivisaca, estudiosos del legendario personaje, participaron activamente en el simposio.


Se cumplió allí un simposio que aglutinó a importantes representantes de las letras y el periodismo.

Paltas. Varios intelectuales nacionales y extranjeros se reunieron, en días anteriores, en la parroquia paltense Cangonamá, cuna del célebre y legendario Naún Briones, cuya vida fue llevada a la literatura y al cine. Allí se cumplió un simposio.

‘Entre la leyenda, la historia y la vida de Naún Briones’. Así se denominó el primer simposio que se desarrolló en la parroquia y que contó con la asistencia de personalidades representantes de la literatura, la historia, la comunicación social, las artes plásticas y la música.

La cita cultural fue organizada por la Mancomunidad de Municipalidades del Suroccidente de la provincia de Loja, ‘Bosque Seco’, siendo el fin generar un espacio de análisis e intercambio de ideas en el proceso de construcción de la ruta turística y cultural Naún Briones, para la promoción y desarrollo de los cantones Paltas y Sozoranga, que son parte de la Reserva de Biósfera Bosque Seco.

Los exponentes que asistieron al simposio son Eliécer Cárdenas, literato ecuatoriano y autor de la novela Polvo y ceniza, cuyo personaje principal es, justamente, Naún Briones; Galo Ramón Valarezo, investigador e historiador ecuatoriano, autor de 18 libros.

Asimismo, estuvieron Eduardo Pucha Sivisaca, autor del libro ‘Naún Briones leyenda y tradición’; Tulio Bustos Cordero, familiar de Naún Briones, cantautor y escritor lojano; Celso Véliz, destacado artista plástico, quien en esta ocasión develó el prototipo escultórico de Naún Briones.

El presidente del núcleo de Loja de la Unión Nacional de Periodistas (UNP-L), Sergio Abad Villavicencio, también presente en el evento cultural, recordó la entrevista que, en su momento, le hiciera a Dolores Jaramillo, esposa de Naún Briones.
De igual forma, Gumersindo Vicente, dirigente campesino del lugar, contó las experiencias que vivió en el modo de producción latifundista del siglo anterior. (JPP-EPS)
Tome nota
El encuentro se cumplió el viernes 23 de noviembre.


lunes, 25 de junio de 2018

CAMPO SANTO ATAHUALPA





En1984 conocí el cementerio de Tulcán.   Sorprende la belleza del lugar por las esculturas talladas en el follaje de ciprés, cuyo artífice fue don José María Azaél Franco, jardinero y escultor en verde que materializó su obra sembrando el primer árbol en 1936.
Regresé en el 2012 y el cementerio está ampliado.   El promotor de la segunda fase es don Lucio Ramón Reina, discípulo de José María, quien en 1987 afirma que sembró 20.000 árboles en una superficie de dos cuadras.   Esperó tres años para hacer el primer corte.  Luego el redondeo y a los diez, el tallado. Es un trabajo lento que demanda paciencia, nos dijo.  Ahora contamos con más de doscientas veinte esculturas de diferentes motivos: religiosos, mitológicos e históricos.
Creí, que el cementerio de Tulcán por sus características singulares era el único en el país; pero resulta que en la parroquia Atahualpa del cantón Quito, existe otro similar.  
Don Ernesto Rodríguez, vocal del Gobierno Parroquial de este lugar dice: el cementerio tiene más de cien años, los primeros que se sepultaron aquí, fueron: don Antonio Flores y Mercedes López, en 1900.  
En 1985, a un grupo de jóvenes dirigidos por el agrónomo Jorge Rodríguez, funcionario del Ministerio de Agricultura y Ganadería, se les ocurrió hacer un cementerio parecido al de Tulcán.  Luego de gestiones, consiguieron 20.000 plantas de ciprés que las sembraron en todo el espacio que hoy ocupan las esculturas.   A los siete años de sembradas, enviaron a un compañero a una pasantía en Tulcán para que aprenda a tallar las plantas, así como las técnicas de cultivo y mantenimiento.   A su regreso comenzó el trabajo y la obra que adorna el campo santo, hoy es nuestro patrimonio y está a la vista de todos.
Por este atractivo que poseemos, los sábados y domingos visitan turistas que vienen de la capital y otros pueblos del país.
Es difícil mantenerlo así, porque las podas hay que hacerlas periódicamente demorándonos más de dos meses, y si se las descuida se convierte en bosque.  
No tenemos ayuda de las instituciones por lo que el Consejo Pastoral de la Iglesia es quien cuida y hace el esfuerzo por mantenerlo como está, mediante el pago de veinte dólares anuales por el uso de las bóvedas que realizan algunas personas.
Para llegar a Atahualpa, desde Quito hay 80 km. utilizando la vía Guayllabamba.

EL CÁPAC ÑAN EN ESPÍNDOLA, PROV. DE LOJA



El Cápac Ñan o Camino del Inca es la red vial más grande de la época que utilizó el imperio incaico para comunicarse con todo el Tahuantinsuyo.
Se calcula que este entramado tenía una extensión cercana a los 30.000 kilómetros articulando todo el imperio desde Quito hasta Santiago de Chile a través de dos troncales  y caminos secundarios que unían de norte a sur, de oriente a occidente con el centro imperial, con lo que posibilitaba el control político y económico del Rey desde El Cusco.
En nuestro país aún hay vestigios del camino que testimonian su existencia, desde Achupallas en la provincia de Chimborazo hasta San Lucas en la provincia de Loja y luego pasa por Espíndola al Perú.   Se dice que una fracción bastante conservada se encuentra en la provincia del Cañar.
Don Arcesio Torres, oriundo de Espíndola e investigador de la historia de su pueblo, ha dedicado mucho tiempo en indagar aspectos interesantes y curiosos, recorriendo buena parte del cantón.
Al referirse al Camino del Inca, dice: en nuestro cantón, el camino todavía existe y en algunos lugares está aún intacto, viene desde Aipate y une con El Toldo en el Perú; de ahí se derivan dos ramales, el uno que va por  Pircas, pasa a Tucas, San José, Llamacanche,  Las Limas y llega a la Plaza del Inca en San Antonio de Las Aradas en el cantón Quilanga.  El otro ramal sale de El Toldo, y pasa el barrio Espíndola en el Perú; de  ahí cruza por el cementerio de Jimbura, llega a Machay, Sanambay, Amaluza, Cangochara, Tundurama, El Airo, y llega a la misma Plaza del Inca en San Antonio de las Aradas.   Desde este punto se dividen nuevamente dos ramales para dirigirse el uno a la Costa y el otro a la Sierra; el que va a la Costa pasa por Gonzanamá  y cae al río Catamayo; y, el otro pasa por Quinara, Cararango a Loja.
Hasta hace poco, antes de que se construyan las carreteras estos caminos fueron utilizados por la gente de aquí.   El comercio en este lugar fronterizo más se realizaba con Ayabaca, Perú, que con Cariamanga en nuestro país.   La gente arreaba piaras de mulas cada semana  llevando y trayendo mercadería para abastecer nuestros almacenes y mercado.   Con el pasar del tiempo las  torrenciales lluvias destruyeron los caminos y entonces en tiempo de verano los pobladores de lado y lado de la frontera, mediante las llamadas “mingas de caba” arreglaban sacando las piedras de los muros laterales para reutilizarlos en el mismo; lastimosamente con esta actividad lo destruyeron al original Cápac Ñan.
edup/ 2016.01.31