lunes, 27 de septiembre de 2010

ARENILLAS: Camino a Tahuín

CAMINO A TAHUÍN: BOTADERO DE MUERTOS

 

Por Eduardo Pucha S.

Hay botaderos de basura, de escombros, de desechos, de chatarra, etc., pero botadero de muertos no se ha escuchado. Resulta espeluznante creer, pero la verdad, que si lo hay.
En el tramo de la carretera que une la ciudad de Arenillas con la represa de Tahuín en la provincia de El Oro, la gente comenta que desde hace dos años no es raro encontrar en la orilla de la carretera cadáveres que los vienen a dejar aquí.
Desde que se abrieron las fronteras y dejaron el paso libre a nuestro país, vino gente peruana y colombiana y entre ellos algunos de malos antecedentes que encontraron plaza para la delincuencia, especialmente en el sicariato, y es entonces que pasa lo que pasa, dice muy apenado don Amable Loarte, agricultor de esta zona.
En otros lados eliminan a gente honesta, en unos casos por robarles el dinero, en otros por venganza o entre los mismos maleantes por el mal reparto del botín, y en horas de la noche vienen y los dejan a lo largo de este camino. ¡Anteriormente, esto no sucedía! Por esta razón algunos cadáveres son identificados en tanto que otros no. Dicen que el crimen lo cometen en Santa Rosa, Machala o Huaquillas y para borrar el rastro los traen acá.
Anteriormente, este lugar era tranquilo, venían turistas desde todos los rincones del país a conocer los proyectos de la “Represa Tahuín”; en cambio nosotros cada fin de semana veníamos con nuestra familia a pescar en la represa. ¡Ahora, imposible!; da miedo por la violencia y el robo del que podemos ser víctimas, circunstancia que nos ha obligado a abandonar lo que antes era nuestro lugar de recreación. ¡Menos pensado podemos ser asaltados, despojados de nuestras pertenencias o eliminados!
¡Ah!, un detalle que me falta contarle, la represa tiene 14 kilómetros de largo en donde almacena millones de metros cúbicos de agua. El proyecto contempla regar todas las zonas productivas de los cantones: Arenillas, Huaquillas y Santa Rosa. Hace más de 30 años, en el lugar que inundaron llegaba el ferrocarril desde Guayaquil. Allá arriba, en Piedras, era el estacionamiento de las locomotoras.

domingo, 5 de septiembre de 2010

CELÉN: Los novios de Gañil

LOS NOVIOS DE GAÑIL  (Tradición)

 

Por: Eduardo Pucha S.

Gañil es una comunidad indígena muy cercana a la parroquia de Celén. Ahí todavía se conservan las costumbres y tradiciones del pueblo Saraguro desde tiempos coloniales y mucho antes. Es en las fiestas, los bautizos y matrimonios, donde podemos apreciar esta riqueza cultural, muy nuestra.
La señora Laura Macas, mujer mestiza de algunos años de edad que vive en uno de los barrios cercanos a Celén, dice: no he participado en las fiestas de ellos, pero si he visto cuando llegan al pueblo las parejas de novios a casarse, las costumbres de ellos son muy diferentes a las nuestras.
Vienen vestidos todos de negro, es una indumentaria muy elegante confeccionada por ellos con lana de borrego. La mujer con sombrero grande, blusa bordada de seda blanca y en su cuello collares de colores vistosos; zarcillos grandes de plata, dos faldas, la una negra y la otra con adornos atractivos, un reboso azul o negro ajustado a su pecho con un soberbio tupo de plata blanca; en tanto que el varón viste pantalón negro a la rodilla y un fino zamarro blanco, camisa blanca, poncho negro, sombrero grande al igual que la mujer. Además ambos lucen un pañuelo azul en forma de triángulo colocado a la espalda.
Llegan en gran número como en procesión desde su comunidad y entran al templo para recibir el santo sacramento. Una vez concluido el acto religioso, en la puerta de la iglesia les espera la banda de músicos de su misma etnia con violines, bombos, flautas y acordeón; y otros con ramos de flores. En número mayor de participantes y en gran algarabía salen a las afueras del pueblo, y escogen un lugar adecuado, generalmente un llano en donde tienden manteles grandes y los llenan de mote con cuy, papas, queso y otros alimentos; y en ruedo hacen la “junta de comelona” brindando a los novios, familiares, amigos y vecinos.
Una vez concluido este acto, que para ellos tiene mucha significación, están listos no menos de unas quince acémilas de silla bien aperadas para llevar a los novios, padres y padrinos, de regreso a su comunidad para continuar la fiesta en la casa del novio.
Hace quince días se casó una pareja. Eran jovencitos, creo que de unos veinte años cada uno. La ceremonia la realizó el padre Vicente Ortega. Después que salieron de la iglesia, se acercaron al corredor de la casa de la señora Raquel Armijos, y el padre les decía que bailen y no querían porque la tradición de ellos creo es primero brindar la comida y luego bailar; pero el padre insistió hasta que bailaron. Era lindo verlos zapatear un sanjuanito y el padre muy contento aplaudiendo y dándoles “vivas”. Bailaron una sola pieza y después se fueron hasta la urnita que no está muy lejos de aquí, abrieron los manteles y comieron.
Me han contado que en la casa del novio el baile dura toda la noche para los invitados; pero a la pareja, pasada la media noche los llevan sus padres y padrinos a un lugar privado para indicarles el cuarto en donde van a dormir; dicen que mientras los padrinos les quitan la ropa a los novios, los papás son los encargados de darles consejos para la primera noche y cómo comportarse en el matrimonio el resto de su vida, porque según ellos, “matrimonio y mortaja, del cielo baja”.
Al siguiente día, la pareja muy contenta se dirige al cerro a ordeñar las vacas de la novia, para en la tarde continuar la fiesta con los padrinos.






Loja, 4 de septiembre de 2010