jueves, 18 de octubre de 2012

EL SANTUARIO DE LAS LAJAS TIENE ALGO DE ECUADOR

 Pasando el puente internacional de Rumichaca, a 10 km de distancia se encuentra el Santuario de Nuestra Señora de Las Lajas, “Topográficamente el más bello del mundo; religiosamente el más visitado de América; arquitectónicamente, el más audaz y original de Colombia”, por eso es considerado como una de las 7 maravillas de ese país.
En este lugar lo encontramos a don Luis Enrique Morillo Melo, quien trabaja más de 40 años fotografiando a los turistas.   Al acercarnos y conversar con él, dice: el santuario pertenece al corregimiento de Las Lajas del municipio de Ipiales.   Es visitado por turistas de todo el Mundo, especialmente de Holanda, Inglaterra, estados Unidos, Japón y España; tiene la singularidad de estar construido en una empinada peña, sobre un puente de dos arcos sobre el río Guáitara; tiene 20 metros de largo por 17 de ancho y una altura de 80; en tanto que la altura del templo desde su base en el río hasta las torres es de cien metros.
En la nave central se observa la  imagen de la Virgen del Rosario, pintada en una piedra por autor desconocido.
Refiriéndose a la aparición de la pintura en esta piedra, continúa: la tradición se remonta a 1754.   Según dicen,  la señora María Mueces de Quiñonez, era una lavandera que vivía en Potosí, y todos los días pasaba por aquí a Ipiales para lavar la ropa de la familia Torrensano.   El recorrido diario que hacía era de siete kilómetros.   En una ocasión cuando regresaba de Ipiales a Potosí con su pequeña hija que era sordomuda, al pasar por este lugar le sorprende una torrencial lluvia acompañada de truenos y relámpagos, por lo que tuvo que guarecer en una cueva funesta y que supuestamente para los mortales era la morada del diablo; es en este instante cuando Rosa, la niña sordomuda le dice: “mamita, la Mestiza me llama”, doña María mira al frente y no sale del asombro al ver en la peña la reluciente imagen de la Virgencita y a su hija por primera vez escucharle hablar.   ¡Increíble! Este es el primer milagro que obra Nuestra Señora del Rosario.
De inmediato este acontecimiento le participa al párroco de Potosí y él no le cree. Al siguiente día pasa a Ipiales y el acontecimiento se repite, le cuenta al párroco de Ipiales, tampoco le cree.
Pero a la tercera vez cuando la gente se percata que la niña escucha y habla, resuelve ir a peregrinar y orar en la peña, constatando en esta ocasión que efectivamente la Virgen está ahí.  
-Mire,  ¡esa es, tal como apareció!, me dice don Luis Enrique indicándome con su mirada, claro que ahora le han hecho unos pequeños arreglos, pero es la misma imagen la que está en el Altar Mayor -
Se llama de “Las Lajas”, porque toda esta parte que mira usted es roca.   Esas piedritas delgadas en plancha se llaman Lajas.   Entonces por eso la denominación “La Virgen de las Lajas”.
Desde entonces comenzó a poblarse este sitio y a convertirse en un lugar turístico.
Dicen que la primera capilla fue una chocita de paja la misma que duró 30 años y que se desplomó en una tempestad.   A raíz de la desaparición de esta capilla se interesa en la construcción  de otra don Juan Manuel de Rivera, un pordiosero que era cieguito, pero que la Virgencita le hizo el milagro de devolverle la visión, por lo que él en agradecimiento recorrió todo Colombia y parte del Ecuador y reunió 317 reales los mismos que los donó para la construcción de la capilla, a la que participaron obreros de la zona, arquitectos ecuatorianos y picapedreros de Ibarra.
Desde la aparición de la Virgen hasta la actualidad el Santuario ha sido modificado algunas ocasiones; pero merece recalcar que en el tercer ensanchamiento del edificio fue el arquitecto ecuatoriano Mariano Aulestia, quien diseñó y dirigió la obra, la misma que duró más de un siglo.   En tanto que el actual santuario inició su construcción en 1916 a cargo del ingeniero ecuatoriano J. Gualberto Pérez y del colombiano Lucindo Espinosa.  Culminó la obra en 1949.
Hablando de milagros -continúa don Luis Enrique-  el que presencié fue ahí, al frente, en la esquina del santuario.   Llegó una señora que según supimos después, ya había tenido intentos de suicidio y como aquí encontró el lugar apropiado, del puente se lanzó al vacío,   nosotros la vimos cómo descendió al río; más ella del fondo salió ilesa, se paró a la orilla y regresó para nuevamente volver a lanzarse.   El puente es altísimo.   ¡Asustados corrimos a socorrerla, pero no le pasó nada!, ¡milagro!
Por eso en el bordo del camino en un largo tramo encontramos cientos de placas y plaquetas que dejan los peregrinos en agradecimiento por los milagros concedidos.   Allí constan el nombre de la familia, la fecha y el milagro que han recibido.