miércoles, 25 de agosto de 2021

ROMERÍA DE LA VIRGEN DEL CISNE

Leyendas y tradiciones andinas / Loja - Ecuador


La Churonita, como cariñosamente se la llama a la Virgen del Cisne, se la venera desde 1594.

Son 427 años de peregrinación. Todos los años a partir del 17 de agosto empieza la caminata. Parte desde su Santuario en El Cisne con destino a San Pedro de la Bendita; el 18 llega a Catamayo y el 20 arriba a Loja recorriendo más de 70 kilómetros de distancia; pero este año no fue así, porque inesperadamente a la media noche del jueves 19 de agosto de 2021 arribó a la iglesia de la Catedral de Loja.  No hubo como en otros años el acompañamiento multitudinario de miles de devotos por precaución de la pandemia.

Esta romería está considerada como una de las más grandes en Latinoamérica.

 

RELATO:


Anteriormente, el día 20 de agosto, la Virgencita en su romería desde el Santuario del Cisne, llegaba a Loja por el barrio de El Pedestal.

Recuerdo –dice- Miguel Criollo, un septuagenario de San Cayetano y que actualmente vive en la ciudad de Cuenca, así como ahora, la gente era bastante devota, casi toda la ciudad se volcaba al encuentro de la Virgen, unos iban a traerla desde El Cisne, otros desde Catamayo y los más viejitos avanzaban hasta El Villonaco por la carretera antigua, o a La Urna (actualmente cerca del barrio Menfis). 

En casi todo el camino había gente que instalaba sus chinganas para ofrecer a los romeriantes toda clase de comida, como: caldo de gallina, cuyes asados, tamales, fritada, refrescos y más.

La Virgencita llegaba a la catedral a las siete de la noche.   Cuando estaba en el Pedestal comenzaban a repicar las campanas y entonces Monseñor Aguirre, Obispo de Loja, junto a un grupo de canónigos hacían una hermosa calle de honor desde la Chorrera (en la bajada del Pedestal, había una chorrera grande de agua) hasta la Catedral.   En la calle Diez de Agosto, todos los balcones eran engalanados con flores, cintas y cortinas; los niños y los devotos, desde ahí lanzaban manojos de chagrillo y lluvia de pétalos de flores.   Eran miles de peregrinos que llegaban para luego ingresar a la iglesia a participar de la misa.

Los feriantes llegaban en acémilas

Lo que hoy es el parque Bolívar, anteriormente se llamaba “La Estación”, ahí llegaban todos los cuencanos que venían a la romería de la Virgen del Cisne y a la Feria del 8 de septiembre.   La mayor parte llegaba en acémilas.   No sé cuántos días caminaban, pero llegaba bastante gente.  Calculo que los cuencanos se transportaban en unas cinco mil acémilas; en tanto que aquí en Loja, había gente que tenía listo los potreros para pastar las recuas de los equinos de la gente forastera.    En cada potrero cuidaban a los animales dándoles agua, hierba y rastrojo.   Había potreros en San Cayetano, Yanacocha, el Plateado y otros lugares.   Entre los dueños de los potreros que recuerdo eran: don Manuel Arcentales, unos señores Valdivieso, otros de apellido Guaricela y mi abuelo, Gabriel Shunaula.  

En ese tiempo, todo el comercio llegaba en acémilas.   No había aún transporte vehicular.

La carretera que une Cuenca con Loja estaba en construcción.   Esta carretera la inauguraron en 1948.  

 

Refiriéndose a la ciudad de Loja –concluye-, en 1941, se extendía: por el norte, hasta la calle José Félix de Valdivieso; por el sur, hasta la calle Catacocha; por el este, hasta la calle Juan José Peña; y por el oeste, hasta el margen del río Malacatos (Av. Universitaria).   Así era la ciudad.   No soy tan preciso, pero ese entonces, la ciudad tenía unos diez mil habitantes.  Le digo eso, porque casi todos nos conocíamos.

 Las calles no eran asfaltadas, una que otra adoquinada.   Lo único que era pavimentado y adecentado era el Parque de la Catedral. 

 

Referencias tomadas del libro de leyendas y tradiciones: HUELLAS, página 16 y 17 / mayo 2006.

Autor del libro: Eduardo Pucha Sivisaca.

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