UN DÍA COMO HOY
El 6 de abril de 1946, en la plaza de Chuquiribamba fueron masacrados: Julia Medina, Manuel Reinoso, Víctor Pucha y Raúl Sinche, héroes anónimos que entregaron su vida para abolir posteriormente la conscripción vial en Chuquiribamba y otros pueblos de la provincia de Loja.
RELATO:
Esto sucedió hace
sesenta años (2006), dijo Mama Ignacia.
Fue el seis de abril de 1946.
Recuerdo que el
domingo, después de “misa de doce”, cuando el Teniente Político llegaba montado
en su caballo, para desde el pretil de la iglesia en Chuquiribamba, leer el
“bando” y ordenar a la gente de los barrios para que se vayan a trabajar en la
construcción de las carreteras, menos pensado, doña Inocencia Valle, de un
golpe lo tumbó del caballo y en ese instante se armó el alboroto. Toda la gente que estaba en el parque, se
amontonó y luego se dividieron en grupos, unos a favor y otros en contra. En primera instancia se terciaron a golpes,
luego con la bulla de gritos y disparos se dispersaron. Mientras eso sucedía aquí, otros intentaron
tomarse el destacamento de policía y dos jóvenes recién salidos del cuartel corrieron
a las inmediaciones de Chantaco para cortar la línea telegráfica.
Fue un día muy
triste, porque en esa pelea, entre la gente de los barrios con los mestizos que
vivían en el pueblo, los policías nos disparaban al cuerpo y sin
compasión. Después, solamente se
escuchaban gritos de dolor de los heridos, y el lamento de las familias de los
fallecidos. ¡Murieron cuatro!
Después, los
cadáveres, tendidos en la calle pasaron tres días, y nadie podía tocarlos hasta
que lleguen las autoridades de Loja, para hacer el levantamiento y enterrarlos.
Durante esos
días, reinaba el silencio y la soledad en el pequeño parque y las estrechas
calles del pueblo. Nadie salía, todos
veían desde las ventanas, temerosos a que se repita un nuevo incidente.
El motivo de este suceso fue el abuso de
autoridad. Trataban de someternos.
Nos prohibían
caminar después del medio día por las calles del pueblo. Éramos humillados, maltratados y
encarcelados por cosas simples. A
nuestros maridos y también a nuestros hijos los enviaban a trabajar
constantemente en las carreteras sin ninguna remuneración, y tenían que
trasladarse por algunos días con su propia herramienta y comida.
Una tarde,
Polibio Pucha Gutiérrez se quedó en el pueblo, entonces lo habían
encarcelado. Al siguiente día, lo
encontramos en el calabozo agonizando.
Después nos contó, que los policías le golpearon y luego a la media
noche le hicieron bañar en las heladas aguas de la quebrada de Cocheturo.
Esta fue la gota
que derramó el vaso y el enfrentamiento de la gente de los barrios: Pordel,
Chantaco, Carmelo, Tesalia y otros, se dio ese domingo.
Francisco Pucha, indica la huella del balazo que le propinaron en la ceja, –sonriendo dice- “cuando no le llega la hora, ni con bala se muere”. A mí no me pasó nada, pero desde el ciprés en donde estaba escondido, vi como la mataron a Julia Medina, esto fue en la cancha, frente a la escuela. Quiso defenderla Emilio Guachanamá, pero los policías lo hicieron correr. La fachada de la iglesia quedó agujereada de tanto disparo. Más abajito el policía Córdoba, “tan, tan, tan” le echó tres balazos a Manuel Reinoso, quiso hablar, pero se desplomó. Otro policía desde la esquina de la iglesia, a Víctor Pucha Gutiérrez lo hirió en el estómago, lo cogimos y corrimos llevándolo a esconderlo en la casa de Javier Sinche, vino el Padre Aurelio Abarca a confesarlo; pero el policía Riascos, un negro altote, creyéndolo culpable, en la cama le propinó un tiro en la cabeza y murió de inmediato. En ese mismo lugar también lo mataron a Raúl Sinche.
A la Clotilde
Pucha de un balazo le volaron los dedos de la mano derecha; a Teodoso Loarte le
dispararon en las piernas, y a otros los hirieron gravemente. Después supimos que treinta y dos heridos se
convalecían.
Esto fue una gran
novedad, por eso, temerosos de que se sumen los barrios de los pueblos vecinos,
pidieron refuerzo policial a Loja. Más
de treinta policías vinieron.
Después, a todos
los cabecillas nos buscaban para matar.
Los policías bajaban por Tierra Blanca a Pordel, disfrazados con
sombreros y ponchos, registrando casa por casa. Mi mujer y yo, nos escondimos en Chilpa,
cerca del cerro Santo Domingo; la Inocencia Valle, debajo de una chorrera de
agua que estaba frente a su casa; Polibio Pucha con la María cerca de Santa
Bárbara, en la casa de don Abel Medina; Agustín Pucha con la Ignacia, en la
loma de Cubilán, Lauro Pucha con la Juana, abajo en la chorrera de Torata y
José Vicente Sivisaca, en Calucay.
Desde ahí se
abolió la conscripción vial o trabajo obligatorio en las carreteras sin
remuneración, aquí y en otros pueblos de la provincia –concluyó-
Tomado del libro de
leyendas y tradiciones: HUELLAS, página 36 / mayo 2006.
Autor del libro: Eduardo
Pucha Sivisaca.
N.B.-
LEY DE
LA CONSCRIPCIÓN VIAL:
Esta ley fue dictada a
favor de las Municipalidades del país, el 15 de julio de 1944 por el Dr. José
María Velasco Ibarra, Presidente Constitucional de la República con el “objeto de construir, mejorar y conservar
los caminos que no hubieran sido declarados de carácter nacional y que estén
ubicados dentro de las respectivas jurisdicciones cantonales”.
Con esta ley se obligaba a
todos los ciudadanos ecuatorianos varones comprendidos entre los 21 y 50 años
de edad a trabajar durante cuatro días al año en obras públicas.
A nuestros papás, cuando
niños, siempre les escuchábamos recordar este episodio como: LA HUELGA DEL 6 DE
ABRIL.
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