lunes, 1 de marzo de 2021

ALFAREROS DE TAQUIL

 

SOY FELIZ, HACIENDO OLLAS



Cera y Cachipamba son barrios de la parroquia Taquil en la provincia de Loja eminentemente alfareros, cuyas técnicas ancestrales para elaborar las ollas de barro las heredaron de sus ancestros y las transfieren de generación en generación.    Las mujeres particularmente, son quienes con sus hábiles manos dan forma a la arcilla para convertirlos en maravillosas artesanías que son comercializadas a nivel local y nacional.

 

Llevo cincuenta y siete años haciendo ollas de barro.  No me canso, al contrario, este trabajo me llena de felicidad –dice- la señora Lida Uzho Robalino, a quien la encontramos en su modesto local de exhibición de artesanías de arcilla, ubicado en el barrio Cera, en la vía Loja – Chuquiribamba a 24 km. aproximadamente desde la cabecera provincial.

Tiene sesenta y cuatro años de edad y nos cuenta que esta actividad de elaborar las ollas de barro inició desde temprana edad. Cuando estuve en segundo grado de la escuela me retiré.   Ya no quise irme. Entonces mi mamá enojada dijo: como no quieres estudiar, cuida la guagua y cocina, ¡pero como, no me gustó!, mejor me dediqué a hacer ollas. 

¿Quién le enseñó a hacer las ollas?, le pregunto, y entonces ella responde: una parte mi mamá y otra mi abuelita. La abuelita me componía el barro y yo hacía unas ollas chiquitas, lo que las adultas no podían, porque sus manos eran grandes y les dificultaba golpear. En un principio me salían toscas y gruesas, entonces la abuelita las arreglaba y me enseñaba a enderezar la boca. Cuando pude, me sentí satisfecha y feliz, porque las vendía.  Había una señora que tenía tienda, entonces me compraba para revender.   Yo las negociaba y el dinero que obtenía lo compartía con mi mamá y mis hermanos.   A las fiestas de Chantaco, Chuquiribamba y Gualel también nos íbamos, pero en esos lugares no se vendía, se cambiaba con productos del lugar, entonces haciendo el trueque regresábamos con bastante grano, cuyes, pollos, y más.

¿Desde cuándo hacen ollas en este lugar, continúa mi pregunta? ¡No sabemos desde cuando!, mi abuelita decía que a ella también le enseñaron sus abuelitos. ¡Creo que este oficio viene desde el tiempo de los gentiles! (ríe), porque aquí en Cera y Cachipamba hemos hecho ollas toda la vida. Estos sitios han sido lugares privilegiados, porque tenemos la mina de tierra para este oficio.  El Dr. Vicente Burneo cuando la parceló a la hacienda, nos dejó una hectárea de terreno con la mina para uso comunal.  Por eso en las escrituras consta que los de Cera tienen derecho a la leña y los de Cachipamba al barro. 

Somos muchas familias que nos dedicamos a esta tarea, aunque algunas están dejando de hacer.

Utilizando la suela, los golpeadores y los mates, hacemos las ollas para el arroz, la sopa,  la carne, cántaros para el agua, jarras de todo tamaño y bajilla; ahora tenemos cuatro modelos, pero a mí me gusta ser original, realizo nuevos y hago lo que me piden los clientes.

Desde 1988 comenzamos a renovar los modelos, y en esa transición yo hice objetos de barro fuera de lo común.   Elaboré cien piezas diferentes, pero no había quien compre.  Mi esposo decía, porqué haces cosas que no se vende; pero yo tenía esperanza y confianza en Dios, que alguien me ha de comprar.

Un día, mi esposo se fue a trabajar en el campo y yo me quede en casa para lavar la ropa, vino una gringa buscando ollas.   Mi mamá y yo vendimos todas las ollas, pero no me acordé de las figuras pequeñas que tenía. Mientras miraba las ollas nos preguntó, ¿todo esto hacen mano?, nosotras le respondimos que sí, entonces dijo, por qué no hacen algo más, ah, cierto, dije, yo si tengo y enseguida le mostré mis figuras, las miró, le gustó y sin regatear el precio me compró todas. ¿Sabe cuánto me pagó?, me parece que cien sucres por cada pieza, pero en total recibí cuarenta mil sucres.

Con ese dinero enseguida compré un burrito para traer leña, la tierra y arena de la quebrada, porque la gringa me contrató que haga más y las lleve a Cuenca en dónde ella había tenido su negocio.


Para entregar en Cuenca llevé más de ciento veinte piezas y la gringa me pagó ciento veinte mil sucres.  ¡Dios mío!, con ese dinerito compré el lotecito que tengo ahora y otras cositas para la casa.

Así se promocionó el barrio Cera, pero los turistas que venían a visitarnos no identificaban el lugar por


lo que le propuse al presidente del barrio levantar un monumento colocando una olla bien grande, más él me tildó de loca.  No quería, no sé por qué.  Pero, no desmayé en el proyecto y junto a un grupo de dieciséis mujeres del lugar, conseguimos el permiso del I. Municipio de Loja y solas comenzamos la obra. Cuando el presidente del barrio nos quiso mezquinar, no pudo.

En febrero del año 2000, fundimos el piso y en la noche nos amanecimos cuidando para que la gente mal intencionada no la destruya.  Como estábamos en la temporada de invierno y el mes de febrero llueve mucho, no podíamos elaborar la olla con barro, entonces la hicimos de cemento y la forramos con tiestos. ¡Mire, quedó muy bien! 

Termina nuestra conversación contándome que en el año 2012 junto a Mónica Uzho, Marlene Lituma,  Yenny Guamán y Celso Veliz, viajaron al Perú para aprender nuevas técnicas, terminados, modelos y renovación de arcillas en la elaboración de las ollas

Durante quince días estuvimos intercambiando experiencias con los alfareros de los pueblos de Chulucana y La Encantada.  Viajamos allá, con el apoyo de la fundación Sol dirigida por un Suizo.

 

Loja, 1 de marzo de 2021

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