SOY
FELIZ, HACIENDO OLLAS
Cera y Cachipamba son barrios de
la parroquia Taquil en la provincia de Loja eminentemente alfareros, cuyas
técnicas ancestrales para elaborar las ollas de barro las heredaron de sus
ancestros y las transfieren de generación en generación. Las mujeres particularmente, son quienes con
sus hábiles manos dan forma a la arcilla para convertirlos en maravillosas
artesanías que son comercializadas a nivel local y nacional.
Tiene
sesenta y cuatro años de edad y nos cuenta que esta actividad de elaborar las
ollas de barro inició desde temprana edad. Cuando estuve en segundo grado de la
escuela me retiré. Ya no quise irme.
Entonces mi mamá enojada dijo: como no quieres estudiar, cuida la guagua y
cocina, ¡pero como, no me gustó!, mejor me dediqué a hacer ollas.
¿Quién
le enseñó a hacer las ollas?, le pregunto, y entonces ella responde: una parte
mi mamá y otra mi abuelita. La abuelita me componía el barro y yo hacía unas
ollas chiquitas, lo que las adultas no podían, porque sus manos eran grandes y
les dificultaba golpear. En un principio me salían toscas y gruesas, entonces
la abuelita las arreglaba y me enseñaba a enderezar la boca. Cuando pude, me
sentí satisfecha y feliz, porque las vendía.
Había una señora que tenía tienda, entonces me compraba para
revender. Yo las negociaba y el dinero
que obtenía lo compartía con mi mamá y mis hermanos. A las fiestas de Chantaco, Chuquiribamba y
Gualel también nos íbamos, pero en esos lugares no se vendía, se cambiaba con
productos del lugar, entonces haciendo el trueque regresábamos con bastante
grano, cuyes, pollos, y más.
¿Desde cuándo hacen ollas
en este lugar, continúa mi pregunta? ¡No sabemos desde cuando!, mi abuelita
decía que a ella también le enseñaron sus abuelitos. ¡Creo que este oficio
viene desde el tiempo de los gentiles! (ríe), porque aquí en Cera y Cachipamba
hemos hecho ollas toda la vida. Estos sitios han sido lugares privilegiados,
porque tenemos la mina de tierra para este oficio. El Dr. Vicente Burneo cuando la parceló a la
hacienda, nos dejó una hectárea de terreno con la mina para uso comunal. Por eso en las escrituras consta que los de
Cera tienen derecho a la leña y los de Cachipamba al barro.
Somos muchas familias que nos dedicamos a esta tarea, aunque algunas están dejando de hacer.
Utilizando
la suela, los golpeadores y los mates, hacemos las ollas para el arroz, la
sopa, la carne, cántaros para el agua, jarras de
todo tamaño y bajilla; ahora tenemos cuatro modelos, pero a mí me gusta ser
original, realizo nuevos y hago lo que me piden los clientes.
Desde
1988 comenzamos a renovar los modelos, y en esa transición yo hice objetos de
barro fuera de lo común. Elaboré cien
piezas diferentes, pero no había quien compre.
Mi esposo decía, porqué haces cosas que no se vende; pero yo tenía esperanza
y confianza en Dios, que alguien me ha de comprar.
Un
día, mi esposo se fue a trabajar en el campo y yo me quede en casa para lavar
la ropa, vino una gringa buscando ollas.
Mi mamá y yo vendimos todas las ollas, pero no me acordé de las figuras
pequeñas que tenía. Mientras miraba las ollas nos preguntó, ¿todo esto hacen
mano?, nosotras le respondimos que sí, entonces dijo, por qué no hacen algo
más, ah, cierto, dije, yo si tengo y enseguida le mostré mis figuras, las miró,
le gustó y sin regatear el precio me compró todas. ¿Sabe cuánto me pagó?, me
parece que cien sucres por cada pieza, pero en total recibí cuarenta mil
sucres.
Con
ese dinero enseguida compré un burrito para traer leña, la tierra y arena de la
quebrada, porque la gringa me contrató que haga más y las lleve a Cuenca en
dónde ella había tenido su negocio.
Para
entregar en Cuenca llevé más de ciento veinte piezas y la gringa me pagó ciento
veinte mil sucres. ¡Dios mío!, con ese
dinerito compré el lotecito que tengo ahora y otras cositas para la casa.
Así se promocionó el barrio Cera, pero los turistas que venían a visitarnos no identificaban el lugar por
lo que le propuse al presidente del barrio levantar un monumento colocando una olla bien grande, más él me tildó de loca. No quería, no sé por qué. Pero, no desmayé en el proyecto y junto a un grupo de dieciséis mujeres del lugar, conseguimos el permiso del I. Municipio de Loja y solas comenzamos la obra. Cuando el presidente del barrio nos quiso mezquinar, no pudo.
En
febrero del año 2000, fundimos el piso y en la noche nos amanecimos cuidando
para que la gente mal intencionada no la destruya. Como estábamos en la temporada de invierno y el
mes de febrero llueve mucho, no podíamos elaborar la olla con barro, entonces
la hicimos de cemento y la forramos con tiestos. ¡Mire, quedó muy bien!
Termina
nuestra conversación contándome que en el año 2012 junto a Mónica Uzho, Marlene
Lituma, Yenny Guamán y Celso Veliz,
viajaron al Perú para aprender nuevas técnicas, terminados, modelos y
renovación de arcillas en la elaboración de las ollas
Durante
quince días estuvimos intercambiando experiencias con los alfareros de los
pueblos de Chulucana y La Encantada.
Viajamos allá, con el apoyo de la fundación Sol dirigida por un Suizo.
Loja, 1 de marzo de 2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario