sábado, 15 de mayo de 2021

JUICIO QUE DURÓ MÁS DE 50 AÑOS EN CHANTACO

 

Leyendas y tradiciones andinas / Loja – Ecuador

 

Mi efusivo saludo a Chantaco, en su trigésimo quinto aniversario de parroquialización y a sus hijos que trabajan diariamente por su engrandecimiento.

Chantaco fue elevada a la categoría de parroquia el 21 de marzo de 1986, mediante registro oficial N°400; pero se conmemora este acontecimiento el 16 de mayo de cada año por decisión de sus dirigentes y pobladores.

 

RELATO


La floreciente parroquia de Chantaco se encuentra asentada a orillas del río de su mismo nombre. Tiene hermosos paisajes y un clima acogedor que no envidia a otros parajes de nuestra patria.
   Hasta 1986 fue un caserío que pertenecía a la parroquia de Chuquiribamba, poblaciones a las que les une ancestralmente características similares en sus modos de vida, costumbres, tradiciones y toda su riqueza antropológica social y cultural.

Hernán Gallado Moscoso en su libro: “Historia del Sur Ecuatoriano”, y Alfonso Anda Aguirre en el suyo: “Indios y Negros bajo el dominio español en Loja” nos proporcionan datos muy interesantes que merecen recordarlos.  Dicen que el cacique Cristóbal Lanche, en nombre de todos los indígenas de Chuquiribamba que no tenían tierras suficientes para realizar sus cultivos, solicita al Gobernador y Justicia Mayor Don Diego de Castro la “composición, venta y posesión” de los terrenos que correspondían al caserío de Chantaco.   

Encargado para este trámite, fue el Presbítero Lope de Torres y Guzmán, por ser conocedor, vecino y dueño por herencia de su padre, de la hacienda Chichaca.    Éste con mucha astucia y mala fe, les perjudicó a los naturales vendiéndoles propiedades ajenas como si hubieran sido tierras realengas; y lo que le convino se adjudicó, usurpándoles así todas las tierras del caserío de Chantaco, por el ridículo valor de cien pesos (equivalente en ese tiempo, a la compra de dos asnos).   Esto ocurrió en 1649.

El presbítero, a más de haberles usurpado a los indígenas, las tierras que fueron propiedad de sus ancestros, prevalido de su investidura de religioso, no dejaba de tratarlos mal, razón por la que, el cacique Cristóbal Lanche, pidió que se siga la causa de contradicción a lo actuado por el clérigo.   Posteriormente se suman en este pedimento los Caciques Gaspar Carguay y Miguel Lema, quejándose por similares usurpaciones a las tierras cercanas a Chuquiribamba.

El trámite fue tan lento, que pasó por muchas instancias y apelaciones, a lo que los caciques que encabezaron esta lucha, murieron sin haber cumplido su objetivo.  

El juicio duró más de 50 años, hasta que la Real Audiencia de Quito percatándose de la veracidad de las denuncias de usurpación y mal trato a los naturales por el presbítero Lope de Torres y Guzmán, dictaminó sentencia, expropiándole la hacienda en favor de los indígenas de Chuquiribamba.  

En el libro citado de Alfonso Anda Aguirre, en la página 81, refiriéndose a este asunto dice:

“Este juicio se prolongó por largos años hasta que, en el mes de febrero de 1705, el corregidor de Loja don José de Saavedra Bustamante mandó a citar al Bachiller Lope de Torres y Guzmán con la sentencia.

El 2 de octubre de 1705, el capitán Don Manuel de Benavides, Alguacil Mayor de Loja, dio la posesión de las tierras de Chantaco a los indios de Chuquiribamba, representados por los caciques Andrés Ogoño y Francisco Carguay, sin perjuicio de terceros, en nombre de su Majestad.

Tal fue el fin de un “juicio tan ruidoso, que duró más de 50 años.”

Cuentan los abuelitos de Chantaco, que los caciques puesto sus oshotitas de cuero y con su alforja al hombro, viajaban a Quito a las Cortes de la Real Audiencia para agilitar el trámite de este juicio.   El viaje duraba 15 días de ida y 15 de vuelta. 

 


Referencia tomada del libro de leyendas y tradiciones: CÁNTARO DE ETERNIDAD, Tomo 1, 2da. edición, página 87 / enero 2007.

Autor del libro: Eduardo Pucha Sivisaca.

jueves, 6 de mayo de 2021

EL TÚNEL DE CHICHACA

Leyendas y tradiciones andinas / Loja - Ecuador 


Monumental obra construida por obreros y gente de Chuquiribamba en la década de los años cuarenta y cincuenta del siglo anterior.

El túnel de Chichaca es una perforación manual realizada en roca viva, con dinamita y rudimentarias herramientas, en una extensión de 62 metros de largo, cuya construcción demoró aproximadamente 18 años.


Este trabajo lo realizaron en la década de los años cuarenta y cincuenta del siglo anterior, obreros del pueblo de Chuquiribamba, constituyéndose actualmente en el símbolo de la persistencia y trabajo denodado de los chuquiribambenses.  Es una monumental obra, herencia de nuestros ancestros, construida con esfuerzo propio y sin ningún apoyo estatal.

El túnel se encuentra ubicado en el barrio Chichaca perteneciente al  cantón Catamayo en la provincia de Loja; y, a 5 km. desde el barrio Trapichillo en Catamayo.

No hay documentos que nos informen sobre la construcción de la carretera que une a Chuquiribamba con Catamayo construida en el siglo anterior, ni la del túnel que se encuentra en esta vía; pero la memoria colectiva y la tradición oral nos recuerda que en la década de los años treinta, Loja comienza la construcción de sus carreteras para unirse con la Sierra y la Costa, por lo que la parroquia de Chuquiribamba no se queda al margen, aunque se tenga que hacer en forma manual, ya que, en esa época no se conocían aún los equipos camineros y todo se realizaba a través de mingas, forma ancestral de trabajo que aún persiste en nuestras comunidades.

La idea de construir la vía Chuquiribamba - Catamayo, nace de don Carlos Jaramillo Armijos, cuando por segunda ocasión se desempeñaba como Teniente Político, en 1934. 

Con este antecedente, en 1939 el P. Manuel Ignacio Romero, con un dinámico grupo de pobladores, organiza un “Comité de Vialidad”, curiosamente dirigido por mujeres y representados así: Presidenta, Sra. Rosa E. Jaramillo de Galarza; Vicepresidenta, Natividad Reinoso de Bastidas y Secretaria, Dolores Jaramillo E.; naturalmente que tras ellas están distinguidos caballeros quienes prestan todo su apoyo desinteresado, entre ellos los profesores: Leoncio Jaramillo, Deifilio Sinche, Pompilio Reinoso y más prestantes autoridades y personalidades.

Ellas, valiéndose de toda coyuntura política, se dirigen al Dr. Aurelio Mosquera Narváez, Presidente Constitucional de la República y al señor Ministro de Obras Públicas, solicitando que se realicen los estudios para la construcción de esta vía, objetivo que sin mucha demora, consiguen; y es entonces que el día 7 de agosto de 1939, en gran algarabía, más de un millar de personas portando barretas, picos y palas, desde las primeras horas de la mañana están presentes en la minga inaugural, marcando así, una  nueva etapa en el desarrollo vial de Chuquiribamba.

Acudió gente de todos los barrios y junto con ellos, los músicos de la “banda del pueblo” integrada por: Miguel Isaías Sinche, Roberto Granda, Teófilo Granda, Víctor Granda, Apolinario Sinche, José María Pucha y otros, quienes alegran el ambiente y animan al trabajo. 

 El primer día abren la trocha hasta el sitio Pucarín, más de un kilómetro de distancia desde Chuquiribamba al sur.   Posteriormente continúan las mingas cada 15 días y al cabo de algunos años el ramal de la carretera avanzó algunos kilómetros, pero, lamentablemente este sueño no se pudo cristalizar pronto.

Cuando faltan pocos kilómetros para llegar a Trapichillo en Catamayo, en el sector de Chichaca se obstaculiza el avance de la carretera por la presencia de un promontorio de roca viva muy parecido a la Nariz del Diablo en Alausí, pero la persistencia de su gente fue tal que, venciendo dificultades, rompen lentamente la peña con dinamita y luego de algunos años de duro trabajo logran perforar 62 metros de longitud y dar paso al primer vehículo en el año 1957. La construcción de la carretera y el túnel duró cerca de 18 años.

Por lo indicado, el túnel fue construido por obreros y gente de Chuquiribamba en el siglo anterior; por eso, esta obra, nos representa el símbolo del empuje, la persistencia, la unidad y el trabajo mancomunado.

Nixon Ortega Salinas, actualmente maestro jubilado, dice: mi padre, Alfredo Arnoldo Ortega Silva, trabajó algunos años en el túnel, él me contaba que no había ninguna compañía constructora a su cargo ni presupuesto estatal, todo lo hacían con colectas y esfuerzo propio del pueblo.  El sacerdote de la parroquia, el teniente político y más autoridades eran quienes buscaban los recursos económicos en todos los barrios: desde Huiñacápac hasta la hacienda Chichaca.  Organizaban cuadrillas con gente voluntaria que hacían turnos semanales para trabajar.

Algunas personas de los tantos que trabajaron en el túnel, los recuerda a: Hugo Jiménez, Polibio Curipoma, Julio Granda, Fernando Fernández, de Chuquiribamba; y de Chantaco, Alberto Salinas, Floro Salinas Ordóñez y Segundo Silva.

Para desmoronar la peña utilizaban: dinamita, mecha, barrenos, combos, barretas, picos, palas, carretillas y rastras aladas por bueyes para botar la enorme cantidad de piedra y ripio que salía de las explosiones.

Desde niño he transitado por esta carretera y he pasado por el túnel algunas ocasiones, lo curioso es que la vía se mantiene igual desde ese tiempo, angosta y unidireccional, con la dificultad para dar paso cuando otro vehículo viene en sentido contrario, por ventaja no ha habido accidentes en este sitio dominado por un despeñadero profundo que si miramos el filo de la carretera nos estremecemos observando la profundidad del abismo. 

Cuando la construcción de la carretera se terminó, don Segundo Ramón, chofer profesional lojano, pone a disposición su camión con carrocería de madera, para cada quince días llevar a los negociantes desde Chuquiribamba a Portovelo y viceversa, con productos de la zona para abastecer los mercados de Portovelo y Zaruma, entre ellos lo recuerdo a don Víctor Buri, Jhone Ortega, y a una señora que la apodaban “Ardilla”, entre otros.    Esta frecuencia de transporte se mantuvo por muchos años.

Ahora, a esta carretera le dan uso diario, especialmente los agricultores de los barrios Gonzabal y Chichaca de la parroquia Taquil y los de las parroquias Chantaco y Chuquiribamba que llevan sus productos a Catamayo o la Costa.

Don Glauco Cortés dice: de niño conocí el túnel.  Aún lo estaban construyendo.  Pasé acompañándole a mi madre porque era profesora en Chuquiribamba.  Entonces subíamos desde Trapichillo y pasábamos por encima de la peña para coger el camión de la curia en el otro lado.

En tanto que doña Elvita Reinoso manifiesta: qué bello es recordar.  Yo, cuando era niña pasaba por el túnel. Con mi burrito bajaba desde Carmelo a la Toma.

El túnel en la actualidad, constituye un atractivo turístico más, que los lojanos poseemos y pocos lo conocen.

 

Loja, 24 de abril de 2021

Eduardo Pucha Sivisaca.

 

lunes, 3 de mayo de 2021

LA CRUZ DE TIURA, EN LA PARROQUIA SANTIAGO

 3 de mayo, día de Las Cruces

Leyendas y tradiciones andinas / Loja – Ecuador

En el mundo católico, el tres de mayo se celebra el Día de la Santa Cruz, también se la conoce como Fiesta de las Cruces
porque en el año 326 d. C. en Jerusalén, al excavar el Monte Calvario, encontraron la cruz en donde murió Jesús de Nazareth.

Con la llegada de los españoles a nuestro continente, el sincretismo cultural y religioso que se produce en todas las comunidades andinas, hace que nuestros ancestros combinen los ritos que nos traían con los ya existentes.   Es por eso que en la actualidad no es extraño encontrar colocada una Cruz en la cima de un cerro o en una capilla como símbolo de fe y protección.


A poca distancia de la
parroquia Santiago perteneciente al cantón Loja en la provincia de Loja, se encuentra el cerro Tiura y dicen que en el año 1954 colocaron una Cruz para protegerse de los desastres.  El lugar, a más de ser un atractivo turístico ecológico es un punto de encuentro religioso para celebrar la Fiesta de la Cruz el tres de mayo, con la concurrencia de cientos de pobladores y peregrinos de otros lugares.

En la década de los años del noventa del siglo anterior, de la tradición oral se recogió esta curiosa leyenda y tradición sobre la colocación de la Cruz en la cima del cerro Tiura.

 NARRACIÓN

Se aproximaba el cambio de siglo.   El temor y la desesperación cundió en toda la población de Santiago y barrios aledaños.

Según unos –decían- que se aproximaba el fin del mundo,  porque así estaba escrito en las Sagradas Escrituras; otros que habrán grandes tempestades  y que por  efecto de las mismas se producirán deslaves con los que se unirán los cerros de Tiura, Borma, Sayo y Santa Bárbara; en tanto que unos terceros aseguraban que Santiago iba  a desaparecer, porque la laguna que se encuentra en la cima del cerro de Tiura, enfurecida se derramará y bajará arrasando con todo lo que encuentre a su paso por efecto de la tempestad invernal.   Además, se aseguraba que por los lados circundantes del cerro habían fallas geológicas y ya se observaban grandes grietas.

¿Cómo prevenir de lo que suceda?   Este anuncio lo habían hecho nuestros antepasados y la psicosis colectiva crecía cada día.

La laguna en la cima del cerro efectivamente existía, y cuentan que los curanderos de las


zonas de Santiago, Zenén, Salapa, Las Pitas, El Carigán y en ocasiones hasta los de Chulucana (Perú), acudían a ella con enfermos de espanto, mal de ojo, aire de agua, vientos grandes, torceduras, etc. llevándole ofrendas, para luego de realizar ritos y ceremonias, bañarse en sus frías aguas, ya que le atribuían poderes curativos.

El temor cada instante era más poderoso.   Los años para cambiar el siglo se acercaban y toda la población no sabía si esperar hasta el final o emigrar a otro lugar para evitar ser víctima de la catástrofe.

Cuentan que don Tobías Villamagua, dueño de la estancia en donde está el cerro, junto con sus familiares y amistades construyeron una cruz grande de madera y acudieron a la cima de Tiura a colocarla, porque creían que a través de este acto de fe evitarían lo que les sobrevenía.


Desde entonces se comenzó a celebrar la fiesta de la Cruz, cada tres de mayo, a donde acuden muchos devotos y en un gesto de agradecimiento a Dios, cada año realizan la romería a la cima.

Ha pasado el tiempo; se terminó el siglo XIX, luego el XX y estamos comenzando el XXI.   Los temores se han calmado, la población está tranquila, y de la laguna en el cerro de Tiura, solamente queda la huella y el recuerdo.

Loja, 2 de mayo de 2021

Eduardo Pucha Sivisaca