domingo, 13 de diciembre de 2020

EL HOMBRE QUE CONVIVE CON ATAÚD

Leyendas y tradiciones andinas / Loja – Ecuador


En el
barrio Masanamaca, perteneciente a la parroquia Yangana en el cantón Loja, vive el hombre más viejo de ese sector, don Ramón Armijos Maldonado, longevo que nació el 18 de enero de 1903 y este 2003cumplió 100 años de edad.   Creció con sus abuelitos, y desde muy joven fue a trabajar en la costa y luego en las minas de Portovelo.

Es casado con la señora Isabel María Maldonado, y a sus años quiere aún mostrarse físicamente fuerte aunque sus fuerzas ya no le dan.   En sus labios todavía guarda esa chispa de juventud, bromea y recita coplas.

Se siente muy enamorado de su esposa (que poca es la diferencia de edad con él), razón por la que su corazón late aún por celos, y como para encontrar un escape a sus sentimientos, hace escuchar una de sus picarescas coplas como: “las mujeres son el diablo, primas hermanas del gato, hacen comer a los hombres, como hermanos en un plato” (ríe y dice: el plato no se acaba ni se quiebra; alcanza para todos).

Lo curioso es, que, hace algunos años don Ramón se enfermó, y el diagnóstico médico fue doloroso, teniendo que sus familiares resignarse a que en cualquier momento suceda lo inesperado.

Pasó más de 19 meses enfermo, hasta que finalmente tuvieron que operarlo.   Esta larga dolencia le obsesionó, rondándole la idea de que se va a morir, por lo que a los familiares les pidió que le mandaran a hacer un ataúd.  Aunque él insinuaba, nadie le escuchaba, todos se negaban.   A los amigos y vecinos que lo visitaban, pedía   que recen por él, quizá así se le adelante la muerte, además les rogaba que le manden a hacer el ataúd, situación que les conmovía, pero nadie quería comprometerse, hasta que un buen día la convenció a la señorita Rosa Cabrera.   Ella, muy comedida se trasladó al barrio Chalaco, y el carpintero Samuel, lo hizo.

Cuando don Ramón vio el ataúd, se sintió muy complacido, pero surge otra obsesión, que le pongan la caja junto a la cama de él. Los familiares cumplieron el pedido.   Don Ramón pensaba que sus días de existencia estaban contados, y al no suceder esto, exigía que lo metieran en la caja para morirse ahí.

Han pasado 13 años, don Ramón se ha convalecido, se encuentra bien de salud; pero su obsesión por la muerte continúa y el ataúd por el constante movimiento de un lado a otro se ha deteriorado, perdiendo su color original.

Su señora, anciana al igual que él, lo cuida y lo atiende en todo lo que necesita.  Ha vivido una vida entera, más de 70 años juntos, nostálgica, pero con mucha ternura –manifiesta- “así mi Ramón estuviera en canasta, tengo que estar con él hasta el fin”.

Viven en una casita humilde acompañados de su hija Inés.  Ella dice que recién lo quemó, al ataúd, porque no le parece adecuado verlo a su padre con la caja a lado.

 

Tomado del libro de leyendas y tradiciones: CÁNTARO DE ETERNIDAD, 2da. Edición, 2007, página 80.

Autor del libro: Eduardo Pucha Sivisaca.

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