lunes, 20 de agosto de 2012

QUITO: Leyenda de Cantuña


LO ENGAÑÓ AL DIABLO
En la parte frontal de la iglesia de San Francisco de Quito, encontramos dos importantes placas recordatorias que nos transportan al siglo XVI.   La primera y la segunda, dicen respectivamente lo siguiente:
“IGLESIA DE “SAN AGUSTÍN”
S. XVI
INICIADA POR EL ARQ
FRANCISCO BECERRA
HACIA 1580
Y TERMINADA EN 1627
REEDIFICADA 1868”.

CONVENTO E IGLESIA DE SAN AGUSTÍN
“Los agustinos  llegaron a Quito a mediados del siglo XVI y se establecieron provisionalmente en Santa Bárbara.   A partir de 1573 adquirieron terrenos para su convento e iglesia.   El arquitecto extremeño Francisco Becerra planificó y empezó a construir el templo actual hacia 1580.   Desde 1606 dirigió las obras Juan del Corral, arquitecto español, y las continuó el maestro de obras fray Diego de Ecarza.   La fachada se hizo entre 1659 y 1669.   El maestro Miguel de Santiago, a mediados del siglo XVII, decoró los claustros con grandes óleos, entre ellos los de la vida de San Agustín; el gran artista quiteño está enterrado en una de las criptas de la iglesia”.     

Lo que maravilla a quienes visitamos la Plaza de San Francisco en Quito, es la iglesia, el Museo, y escuchar la popular leyenda de Cantuña, a quien le atribuyen la construcción del Atrio, mediante un pacto con el Diablo.
Ya en el museo, muy gentil nos acompaña la señorita María del Cisne Romero Freire, oriunda de la ciudad de Piñas, provincia de El Oro, quien, en calidad de guía, poco a poco nos introduce en un mundo lleno de reliquias guardadas desde la época colonial y muy bien conservadas a través del tiempo.
Estamos en el  Convento  Máximo de la Conversión de San Pablo, dice, más conocido como  Convento de San Francisco de Quito.   Aquí  está el Museo “Pedro Gocial”.   En él se encuentran alrededor de 4.500 obras de arte  entre  pinturas, esculturas, retablos y artesonados.
Existen siete salas de exhibición: en la primera se encuentra la Génesis Franciscana; luego la Sala de la Procesión; la Sala de Bernardo de Rodríguez;  la sala de Bernardo de Legarda; la Sala de Miguel de Santiago, más conocida como la Sala de la Evangelización; la Sala de Alabastro y la Sala de la Platería.   Además se puede admirar el arte barroco plasmado en el coro de la iglesia central.
En una pared contiguo a una grada se encuentra el óleo sobre lienzo más grande del museo, mide 7, 07 m de alto por  y 4,15 m de ancho; tiene alrededor de 590 rostros, todos diferentes que representan el árbol genealógico de la familia Franciscana.  Es por  esta razón que en la parte inferior está San Francisco de Asís como raíz y fundador de la congregación Franciscana.    Es un óleo del siglo XVIII,   atribuido al Taller de Miguel de Santiago.
En la iglesia del convento, donde ahora se encuentra una cruz,  fue construida la primera capilla en la que iban a rezar los españoles,  era una  pequeña choza de paja y adobe; en tanto que para  los indígenas se construyó una capilla junto a esta,  dedicada a la virgen de los Dolores,  actualmente es conocida como la Capilla de Cantuña.   

De acuerdo  a la leyenda quiteña, dicen que los franciscanos contrataron a Cantuña  para  que construyera el Atrio de San Francisco.   En el contrato estipulaba una cláusula en la que determinaba un plazo para hacerlo.   Éste al no poder concluir la obra  en  el tiempo convenido, pidió ayuda  al Demonio ofreciéndole a cambio su alma.   Le dijo: te doy mi alma si colocas cada piedra en su lugar hasta el amanecer.   Ese fue  el trato.  
Cantuña, muy astuto, escondió una piedra bajo su poncho.   Al día siguiente cuando el Diablo exigía el cumplimiento del contrato porque la obra estaba concluida, no pudo, porque faltaba una piedra.   Por lo tanto el pacto quedó  anulado.  
En la actualidad, si  a lo largo de todo el frente del Atrio observamos detenidamente los canalones de desfogue de las aguas lluvias, podemos darnos cuenta que en el lado izquierdo hay siete y en el lado derecho hay seis; por lo tanto de  acuerdo a la leyenda, esta es la piedra que falta.
Como les dije, - continua María del Cisne Romero- esta es solamente una leyenda.   La historia verdadera es que Francisco Cantuña, si existió, fue hijo de Hualca, quien acompañó a Rumiñahui para quemar la ciudad aborigen de Quito y luego a los Llanganatis para esconder los tesoros de oro existentes en los templos incaicos.
En estos ajetreos,  olvidaron a Cantuña, niño aún, quien se quedó atrapado en las llamas que consumían la ciudad.   Con gran suerte sobrevivió al percance, pero se quedó horriblemente deformado.  
Cuando llegaron las huestes españolas, fue el conquistador Hernán Suárez, quien se apiadó de él y lo tomó como parte de su servicio.   Según dicen lo trató bien y con el tiempo fue encariñándose hasta considerarlo como a su propio hijo.  
Hernán Suárez era un mal administrador de sus bienes, por lo que despilfarró toda su fortuna y con el pasar del tiempo se quedó pobre.   Aquejado por las deudas no sabía qué hacer y cómo resolver los problemas que cada día se tornaban más graves, por lo que Cantuña, tratando de recompensar lo que el español había hecho por él durante su niñez y adolescencia, se ofertó solucionar el problema; pero bajo una sola condición: que haga de inmediato modificaciones en el subsuelo de su casa.
 Suárez aceptó.   De pronto los vecinos notaron la recuperación económica del conquistador que se puso mucho mejor que en sus días de bonanza.   Pero como todo mortal “la vida no la tiene comprada”, murió.   A la muerte de él, Cantuña se constituyó en el heredero único de la fortuna de don Hernán Suárez.
Posteriormente, Cantuña donaba grandes cantidades de dinero a los franciscanos para la  construcción del convento y la iglesia.   Los religiosos  que no comprendían el origen de esta fortuna, procedieron a interrogarlo de forma capciosa, a lo que acosado por los continuos interrogatorios, inventó justificarse que toda esa fortuna se la daba el Diablo, porque había firmado un pacto con él a cambio de su alma.   Existe en el Archivo Nacional,  un  juicio contra Cantuña  por haber inventado tan grave mentira.
Cuando murió Cantuña, inspeccionaron la casa en donde vivía y descubrieron que en el subsuelo de la misma había un piso falso en donde estaba construido un horno grande de ladrillo para fundir oro; así como lingotes y mucha joya inca lista para fundir.

Loja, 16 de agosto de 2012

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