HERNÁN VISUETE
TROYA, CUENTA DE SU VIAJE A ZUMBA EN
1974
Leyendas y tradiciones andinas / Loja – Ecuador
Odisea de viaje de un maestro
Recién graduado en el normal de Guaytacama en 1974, recibí el nombramiento de profesor titular para la escuela “Reino de Quito” de la parroquia Chito, en el cantón Chinchipe, provincia de Zamora, dice: Hernán Visuete Troya, hoy maestro jubilado residente en la ciudad de Zumba.
Recordar el viaje desde Loja a Zumba hace décadas, es una odisea, un
sueño…
Había dos formas de llegar a este lugar: 1.- Embarcarse en las avionetas
de los militares que hacían viajes esporádicos desde las pistas de Cumbaratza o
Catamayo. 2.- O cabalgar en mula desde la población de Yangana en la provincia
de Loja. En el primer caso se hacían 30 minutos; y, en el segundo tres días.
Cuando me presenté en Zamora Chinchipe, los profesores Vicente Elías
Rivera, Director Provincial de Educación y Luis Amable Duque, Jefe de
Supervisión, solamente me indicaron que tengo que viajar a Chito por Loja;
llegar primero de la población de Yangana en un bus de la cooperativa “Sur
Oriente” que demoraba siete horas, y que desde ese lugar tenía que conseguir
una mula para viajar a Zumba. ¡Nada más
me dijeron!
Yo, con el deseo de trabajar, no imaginaba lo que me esperaba después…
Cuando llegué a Yangana, fui a comer en el único saloncito que
había. Su dueña, la señorita Edulia
Mendoza, muy gentil y amable me ayudó.
Yo conozco a los dueños de las piaras de mulas que vienen desde Zumba,
dijo. Ya les hablo para que le den un
mulita de silla. (Las piaras venían cargadas de café y de aquí se regresaban
con víveres).
En verdad, en la tarde, por el angosto camino que entraba a la población
vi algunas mulas que llegaban, entonces dijo, esa es la piara de Segundo Mejía,
convenga el precio del alquiler con él.
Así lo hice.
Entonces la señorita Eudulia, al siguiente día muy por la mañana me
preparó el desayuno y dijo que vaya comiendo bien; además me puso un fiambre
para que coma en el camino. Luego me
advirtió: de aquí, usted monte en la mula y ella le conduce. Llegará primero a un pueblito que se llama
Valladolid, ahí se queda a dormir, no hay adonde perderse.
Entonces, yo como traía más libros que ropa, amarré dos costales como
alforja, puse una cobija encima, me subí en la mula e inicié el viaje.
Camina y camina, no llegaba a Valladolid. Cuando le encontraba a alguien,
preguntaba: ¿por aquí se va a Zumba?, entonces todos decían, sí. Siga no más.
Oiga, llego a una planada y veo que los aperos de la mula se habían
corrido hasta las orejas del animal, yo sin ninguna experiencia, bajo la carga
y la silla para arreglar. Hago esto y la
mula se me va en precipitada carrera.
Con la desesperación que se va el animal, la sigo. Corre y corre, tras de ella. Mis cosas se quedaron en el camino, la mula
corría, se paraba un instante, me regresaba a ver, cuando ya estaba cerca a
cogerla, apretaba nuevamente la carrera. ¡Dios mío!, no sé cómo, entro en un
atajo, y por suerte en lo que la mula está queriendo pasar, se espanta en mí y
a lo que regresa, logro coger la soga.
La amarré, cargué mis cosas, luego en la soledad de la selva y el claro
azul del cielo, me senté a llorar.
De aquí me regreso, dije. ¡No he cometido ningún crimen para que me pase
esto! Era, apenas el primer día de viaje.
No me regresé, porque ya no tenía
dinero y para llegar a mi tierra (Guaytacama – Latacunga) estaba muy
lejos. Así que, me resigné a continuar.
Llegué a Valladolid, casi en la noche. ¡Oh sorpresa!, desde el corredor
de una casa escuché que gritaron: eeeh, compañerito… ¿Usted es el profesor Vizuete? ¡Sí!, respondí. Va, me dije, cómo me conocen, ¡No puede
ser!, ¿estoy soñando?
Lo que pasa, es que informados a través de los chasquis escolares ya
sabían que llegaba, por lo que me habían estado esperando.
¡Qué solidaridad, qué hermandad de maestros! De inmediato me llevaron a merendar, me
arreglaron una cama en la casa de señora Lolita, no me acuerdo el apellido,
pero parece que era Lolita Luna, después a un trago. Pasamos lindo entre compañeros, todos habían
sido de diferentes lugares: uno de Imbabura, otro e Quito y yo de Latacunga, ya
picaditos acompañados de una guitarra cantábamos cada cual a su tierra y, hasta
llorábamos también de emoción y nostalgia: el de Imbabura comenzaba: “Imbabura
de mi vida / tierra donde yo nací…”; el de Quito cantaba: “Yo soy el
chullita quiteño, la vida me paso encantado…” en tanto que yo, remataba:
“Tierra, latacungueña / en ti se admira el paisaje andino…”
Antes de las diez de la noche, dijeron, compañero, a dormir, mañana
tienes que viajar.
Al siguiente día muy por la mañana golpearon la puerta y dijeron,
levántate, ya es hora.
Hicieron preparar el desayuno y el
fiambre. Me despidieron diciéndome: de
aquí te vas hasta Paranumá.
Salí a las siete de la mañana, a las once y media me acerqué a un
pueblito que había sido Palanda. Los niños salían de la escuela al almuerzo
porque en ese tiempo se trabajaba en dos jornadas. Al cruzar el pueblo, escucho un grito que
dice: “¡hola, mashcapupo!”, “mashcapupo” nos decían a los de Latacunga. Miro que se acerca un señor y me dice: tú eres
de Latacunga, ¡verdad!, yo también soy de allá, soy el profesor Ernesto
Álvarez. Bájate de la mula paisano, te
invito a almorzar, luego nos tomamos unas dos cervecitas y dijo: continúa tu
camino y te quedas en Paranumá. Así fue,
llegué a Paranumá. Había una sola casa
que ha sido “tambo” de los militares.
Ahí me quedé. Le rogué al señor
del tambo que me dé posada; él, en tono déspota, dijo: bueno, amarre la mula
por ahí, que no se le vaya.
Yo con el cansancio y un hambre devorador, le ruego: señor, me puede
preparar algo de comer, ¡no!, respondió; aquí no hay nada. El señor ya era de algunos años de
edad. Cualquiera cosita, le
insisto. Voy a ver si le hago una sopa
de fideo, -dijo-, espere.
Mientras esperaba, en el corredor del “tambo” se me acercó con una biblia
en sus manos y me comenzó a leer. ¡Había
sido evangelista! A un inicio le
escuchaba, pero como el cansancio era más, me había dormido. En eso, me dijo, levántese a comer. ¡El hambre era tal, que se me hizo riquísima
la sopa de fideo! Luego, fui a dormir y
desperté preocupado a la mañana del siguiente día, para continuar el
viaje. En esta ocasión, no hubo
desayuno.
Pasé la quebrada de Paranumá, durante dos horas ascendí una cuesta,
llegué a un caserío llamado Negro Muerto.
Aquí rogué al que encontré primero que me prepare comida. Me dijo que
solamente tenía carne, entonces le dije que está bien.
Cuando me sirvieron, Dios les pague dije, porque era un plato grande con
bastante carne, papas chinas y arrocito.
¡No recuerdo si me cobraron o no! Continué el viaje, ¡oh sorpresa!, más
allá, a lado del camino encuentro a una mula muerta ya cercenada una pierna.
¡Me habían dado carne de mula!, (ríe a carcajadas), ¡pero estuvo rica!
Ya en el tercer día, ¿llegaré a Zumba?
¡nada! Cuando me encontraba
alguien y preguntaba, me decía: siga no más, “a la vueltita está”. Caminaba y caminaba, pasaba la vueltita y no
llegaba.
En eso, llegué al Colorado y desde ahí veo un pueblito, ¡ese había sido
Zumba! La mula comenzó a galopar, por lo
que tuve que cogerme de la silla. Ella
ya conocía la casa, por lo que directamente llegó donde don Segundo Mejía, el
dueño de la piara.
Un muchacho gritó: Don Segundo, ya llegó la mula. Mientras yo me bajaba, descargaba mis
enseres, no demoraron en llegar: Romel Herrera, Julio Núñez, y Hugo Tapia,
profesores del lugar, para luego guiarme a la oficina de la supervisión. En la
noche celebramos con comida y trago. Fue un mes de marzo, fecha que nunca
olvido.
Aquí cambiaron las cosas, aunque el tramo de viaje que me esperaba, era
de un día más.
En la tarde del cuarto día llegué a Chito y aquí me encontré con Servio
Santorum, Arnoldo Cueva, Irene Troya, Miguel Romero, Libia Aranda, profesores
de la escuela “Reino de Quito”, y la señorita Carmen Valarezo, enfermera de
Chito, con quien posteriormente me casé (sonríe).
Hernán
Visuete Troya, en la ciudad de Zumba, el día 9 de octubre de 2021, termina esta
conversación diciendo: en 1974, para llegar a la parroquia Chito desde Loja,
hice 5 días.
Loja –
Yangana, un día; Yangana – Valladolid, un día; Valladolid – Paranumá, un día;
Paranumá – Zumba, un día; y de Zumba - Chito, un día.
¡Qué le
parece!
Eduardo
Pucha S.
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