“PUERTA A LA ETERNIDAD Y LA GLORIA”
1928 - 1968
Con el título “PUERTA A LA ETERNIDAD Y LA GLORIA.” a la orilla de la carretera que une las parroquias: San Andrés en la provincia de Zamora Chinchipe y Jimbura en la provincia de Loja, encontramos un mural grande cubierto con un techo para preservar de la lluvia a tres gigantografías hermosas con fotografías y texto en la que se relieva la vida y obra de don Cristobal Padilla Cox. Este curioso mural se encuentra cerca al Parque Nacional Yacurí, a una distancia aproximada de 10 Km. desde San Andrés.
Haciendo un recorrido
por estos agrestes lugares, podemos intuir el valor y sacrificio que hicieron nuestros
compatriotas en la década de los años 50 para llegar a las riveras el río Isamanchi
y fundar la hoy acogedora y progresista parroquia San Andres.
Es por esta razón que
Jimbura y San Andrés lo recuerdan con cariño a Cristóbal Padilla Cox, hombre
visionario e intrépido, quién, con un grupo de valientes hombres ingresaron por
la agreste selva oriental para fundar el hoy floreciente pueblo de San Andrés y
luego trabajar en la construcción de la carretera JIMBURA – ZUMBA.
A la edad de 40 años,
el 24 de abril de 1968, Cristóbal Padilla Cox murió fulminado por una dinamita
en el sitio Las Cuevas cuando se encontraba barrenando una piedra para
construir el camino que él soñaba. Posteriormente
más compatriotas murieron en la construcción de la carretera Jimbura – Zumba, y
su único testimonio son las silenciosas cruces que han colocado sus amigos y
compañeros para: Leoncio Rafael Ordóñez Luna, Roque Demetrio Campoverde Jumbo y
otros.
Esta historia solamente
está viva en la memoria del pueblo. No la
encontramos en los libros oficiales; pero sí a la orilla de la carretera en un mural
grande que le han colocado dos pueblos hermanos: Jimbura y San Andrés,
recordando a estos anónimos personajes.
El contenido de la gigantografía dice lo siguiente:
“En
julio de 1946, llegó desde tierras lejanas, al campo de Calvas, el señor
Cristóbal Padilla Cox, era un verano caluroso, como ardientes serían las
acciones que luego irradiaría a toda una comarca, que parecía lo estaba
esperando. Vivió entre encantados
campesinos tres años y luego se radicó en la generosa ciudad de Cariamanga,
suelo que lo hizo adoptivo y predilecto; el joven se dedicó apasionado a sanar
el dolor ajeno, con sabios conocimientos místicos y empíricos que sorprendían a
todos. Mientras cumplía el servicio
militar conoció, sin pensarlo, Amaluza, de hermosa geografía, y más allá, un
pequeño pueblito: Jimbura, pedestal y tumba de sus anhelos. En 1953 organiza y dirige la “I expedición”
Amaluza – Zumba – Amaluza, una real epopeya; para 1955 conduce la “II
expedición” Jimbura – Zumba – Jimbura, donde corrobora que es factible la
colonización del valle bañado por el río Isimanchi; a ese fin consagró el resto
de su existencia y nació San Andrés. En
1956 contrae matrimonio con la señorita profesora Vilma Yolanda Torres Rivera,
de aquel amor brotan cuatro hijos y uno más por adopción.
Se vivía una época de increíble civismo, por los años 60 en adelante, todos empuñaron una herramienta para abrirse paso al oriente, cual tierra prometida la observaban cerca y lejana a la vez. El 24 de abril de 1968, a unos pasos en donde usted se encuentra, el señor Padilla Cox y un núcleo de colonizadores, bregaban para romper una roca que impedía el paso de hombres y bestias, en esa acción sobreviene un trágico accidente de explosivos, que deja mortalmente herido al gran idealista, muere cuatro horas después en brazos de un compañero y ante la mirada impotente de los amigos que nada podían hacer para salvarlo, sino ayudarlo a bien morir. Falleció como un valiente, sin quejidos ni lamentos, en una noche negra, que no tenía fin.
Inmolado
por la patria y los necesitados, hoy es un recuerdo eterno entre quienes lo
conocieron, cientos lo admiran, él fue un verdadero “Médico rural”, voluntario
social número uno, explorador, benefactor, humanista, creyente, enemigo de las
injusticias, conductor de masas, amante incansable del progreso de ciudades y
caseríos, luchador infatigable por las causas comunes; por ello será que vive
en el corazón de los pueblos donde batalló; aquel invencible espíritu todavía
recorre la vasta región sur oriental, cual viento que nunca ha dejado de
soplar.”
Eduardo Pucha Sivisaca
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