Comentario: Carlos Santiago Quizhpe
Silva
Si se pierde la memoria de los
pueblos, el país habrá perdido su identidad.
¿Qué sería de un pueblo sin los
duendes, los pactos con satanás, las historias de amor que terminan en la
horca? No sería lo mismo el café de chuspa por las tardes con tortillas de
gualo sin el rumor de los abuelos, de los vecinos, que a Artemio Loaiza se le
apareció el diablo por mujeriego y que ahora se lo ve todos los días en misa de
cinco de la mañana. Sería aburrida nuestra vida sino coexistimos con los
fantasmas que nos visitan por las noches, que nos halan los pies o que descubren
su rostro cadavérico detrás de un velo.
Nuestras abuelas no rezarían el
rosario por las tardes para alejar a los gagones, a las almas en pena que no
quieren dejar la vida terrenal. De repente en el almuerzo sale a flote que un
bandolero sin dios ni ley está robando a los ricos para darle a los más
desposeídos, pero que nadie lo conoce. Se especula que es de estatura mediana,
otros que es un gringo, de apellido rimbombante, que se esconde en una caverna,
que es de Catacocha, pero por su valentía se presume que sea de la Costa,
porque hay que tener agallas para ser un delincuente honrado.
La vieja Lucrecia dice que es alto,
mujeriego y ya tiene como cincuenta hijos en diferentes mujeres, por eso echa
la bendición a sus hijas y ya muy temprano cierra las puertas de su casa, no
vaya a ser que ese bandolero del que todos hablan las perjudique, aunque una de
ellas desea con el alma ser desposada por él.
¿Qué cómo se llama ese bandolero?,
¿de dónde vino y adónde va? Naún repite el populacho, es chazo de Cangonamá, es
peruano especulan los de Macará y Zapotillo; es un ladrón gritan otros, es un
héroe musitan con un suspiro las solteronas, rezándole a San Antonio de cabeza
para que les haga el milagrito y hoy quizás ese furtivo ladrón pase por su casa
y se quede a dormir con alguna de ellas.
Esta recreación de hechos reales con
imaginarios se denomina leyenda y nació con la necesidad del hombre de buscar
respuestas a los fenómenos naturales, a su soledad en el vasto universo, a la
urgencia de sentirse protegidos por seres sobrenaturales, poderosos,
invencibles.
De carácter folclórico, las leyendas
cumplen un rol fundamental en la sociedad, pues a través de ellas se puede
conocer las costumbres y tradiciones de un pueblo, de ahí que las leyendas
trataron de explicar cosas que sucedieron en el pasado y que sirven para
entender mejor nuestro presente.
Pero el devenir de los años y el boom
de la tecnología han puesto en peligro de extinción no solo a las leyendas,
sino a los diversos géneros literarios, pues cada vez la sociedad timorata
prefiere estar sumida horas enteras en un dispositivo electrónico que leer un
buen libro.
De ahí que juegan un papel
preponderante aquellos nómadas culturales, esos investigadores e historiadores
que recorren los pueblos con una grabadora y una cámara en mano, muchas veces
de rollo, para hurgar la memoria colectiva de los pueblos, sus tradiciones, sus
costumbres, para perpetuar la idiosincrasia de una nación, tan rica
culturalmente hablando, como la nuestra.
Por lo antes expuesto es encomiable
la labor del catedrático Eduardo Pucha, un infatigable investigador, un
coleccionista de relatos propios del corazón de nuestro cantón y provincia, que
hoy nos presenta su obra cumbre: Naùn Briones, leyenda y tradición.
En esta obra se recopilan entrevistas,
anécdotas, datos históricos, que corroboran la existencia de este famoso
bandolero lojano, cuya popularidad traspasó los linderos de nuestro país, por
su astucia y su sagacidad, pero sobre todo por su filantropía, ya que son pocos
los individuos capaces de despojarse de su egoísmo para buscar el bien común,
aunque exista discrepancias con un grupo minoritario de personas que lo
tildaron como un hombre malvado y cruel.
Con un lenguaje coloquial y sencillo,
libre de muletillas, característica de los textos actuales, Eduardo incluye los
testimonios de figuras octogenarias, en su mayoría, como don Antonio Luzuriaga,
Hermes Minga, Vicente Villavicencio Mejía, Pepe Freire Ochoa, Enriqueta
Tenesaca, Marcelo Reyes Orellana, Sebastián Lapo, que dan fe de las peripecias
de Naùn Briones por los confines de nuestra provincia, sus amoríos y las
penurias que le tocó vivir.
Libro necesario en escuelas y
colegios por su valioso aporte antropológico – social, que merece ser degustado
con una buena taza de café caliente, pues nos permite escrudiñar datos
interesantes, como la muerte de Naùn, acaecida en Sozoranga en 1935,
exactamente en la quebrada de Piedra Liza, en manos de Deifilio Morocho, otrora
compañero de escuela y por aquellos días su acérrimo enemigo.
Que el libro de Eduardo Pucha esté en
la biblioteca del excomandante cubano ya fallecido, Fidel Castro, no es de
extrañar, pues recordemos que los que comulgan con la izquierda y el socialismo
tienen como referentes a líderes patriotas que han librado grandes batallas por
el bien de sus pueblos, teniendo como consigna acabar con la riqueza acumulada
por unos pocos y distribuirla por igual al resto de sus colindantes. No es de
extrañar, pero sí de felicitar, pues el trabajo de Eduardo Pucha es
infatigable, labor que solo los amantes a este apasionado mundo de las letras
son capaces de realizar y no son muchos.
Además, la obra de Eduardo Pucha nos
permite recorrer paisajes de ensueño de nuestra geografía lojana, así como
también los mismos suelos polvorientos, que hace ya casi un siglo anduvo el
bandolero de Cangonamà. Es fácil advertir lugares como La Ceiba, Yamana,
Lalamor, Zhucata, Chantaco, Amaluza, Umanchi, Pampa Larga, Briones, que validan
el trabajo de campo realizado por el autor de esta valiosa obra.
Necesitamos de más autores
comprometidos con la idiosincrasia de los pueblos, que no dejen morir la
memoria colectiva, la tradición oral, la gastronomía, solo así salvaremos y no
dejaremos morir la identidad de nuestro país. Celebro la publicación el libro
Naùn Briones, leyenda y tradición. Para finalizar tomo una estrofa de la tonada
compuesta por Eduardo:
En
los cantones lojanos
Sin
miedo camina aún
Tranquilo,
valiente, ufano
El
bandolero Naùn,