En1984 conocí el cementerio de Tulcán. Sorprende la belleza del lugar por las esculturas talladas en el follaje de ciprés, cuyo artífice fue don José María Azaél Franco, jardinero y escultor en verde que materializó su obra sembrando el primer árbol en 1936.
Regresé en el 2012 y el cementerio está ampliado. El promotor de la segunda fase es don Lucio Ramón Reina, discípulo de José María, quien en 1987 afirma que sembró 20.000 árboles en una superficie de dos cuadras. Esperó tres años para hacer el primer corte. Luego el redondeo y a los diez, el tallado. Es un trabajo lento que demanda paciencia, nos dijo. Ahora contamos con más de doscientas veinte esculturas de diferentes motivos: religiosos, mitológicos e históricos.
Creí, que el cementerio de Tulcán por sus características singulares era el único en el país; pero resulta que en la parroquia Atahualpa del cantón Quito, existe otro similar.
Don Ernesto Rodríguez, vocal del Gobierno Parroquial de este lugar dice: el cementerio tiene más de cien años, los primeros que se sepultaron aquí, fueron: don Antonio Flores y Mercedes López, en 1900.
En 1985, a un grupo de jóvenes dirigidos por el agrónomo Jorge Rodríguez, funcionario del Ministerio de Agricultura y Ganadería, se les ocurrió hacer un cementerio parecido al de Tulcán. Luego de gestiones, consiguieron 20.000 plantas de ciprés que las sembraron en todo el espacio que hoy ocupan las esculturas. A los siete años de sembradas, enviaron a un compañero a una pasantía en Tulcán para que aprenda a tallar las plantas, así como las técnicas de cultivo y mantenimiento. A su regreso comenzó el trabajo y la obra que adorna el campo santo, hoy es nuestro patrimonio y está a la vista de todos.
Por este atractivo que poseemos, los sábados y domingos visitan turistas que vienen de la capital y otros pueblos del país.
Es difícil mantenerlo así, porque las podas hay que hacerlas periódicamente demorándonos más de dos meses, y si se las descuida se convierte en bosque.
No tenemos ayuda de las instituciones por lo que el Consejo Pastoral de la Iglesia es quien cuida y hace el esfuerzo por mantenerlo como está, mediante el pago de veinte dólares anuales por el uso de las bóvedas que realizan algunas personas.
Para llegar a Atahualpa, desde Quito hay 80 km. utilizando la vía Guayllabamba.