EL DUEÑO DE LA PARROQUIA LOS ENCUENTROS
Los Encuentros es una
parroquia rural del cantón Yanzatza, provincia de Zamora Chinchipe. Llegué en 1980 cuando era un caserío con
pocos habitantes y carecía de los servicios básicos. Ahí conocí
a José Antonio Mangasho, descendiente de la milenaria etnia shuar, único de su raza
que habitaba en ese lugar. Tenía una
apariencia joven, y aseguraba tener más de setenta años. Él, excepto sus mujeres, era comunicativo
con los colonos y hablaba muy bien el castellano.
Después de 32 años, me
encuentro con Domingo Mangasho, nieto de
José Antonio, quien al igual que su abuelo, hablantín y abierto, dice: ¡Usted
lo ha conocido a mi abuelo!, ¡él ya murió! ¿Cuándo? -le pregunto-, en el 2006 responde.
Murió de 110 años afectado
por una gangrena en la pierna, por lo que los doctores le cortaron. Tuvo dos hermanos: Chiango y Atzazu; igual, dos
mujeres: Panchi y Chiengu (hermanas); así como dos hijos: Andrés en Chiengu y
Martha en Panchi.
Contaba que nació en El
Tingui de Morona Santiago. Llegó a Los
Encuentros muy joven, en 1930 creo. En
ese tiempo todo este lugar era selva virgen.
Vino en canoa por el río Zamora remando a contracorriente y cuando desembarcó
en esta playa, decidió quedarse y lo bautizó como “Encuentro” porque se unían
los ríos: Zamora y Nangaritza.
Es a partir de 1960, cuando
llegan los primeros colonos que lo llaman “Los Encuentros”.
Vine acá, decía, porque en Sucúa,
Méndez y otros lugares comenzaron a formar la Federación Shuar, y como a mí no me
gustaba las discusiones y peleas, me alejé de ellos; quería vivir libre como
los pajaritos sin que nadie les moleste.
Aquí conocí a Panchi y Chiengu mujeres con las que vivo desde que llegué. Chiengu era viuda cuando la conocí, nos
enamoramos, y ya... Después la conseguí
a la otra.
Recuerdo -continúa Domingo- que
las mujeres de mi abuelo (mi abuela y mi tía abuela) se llevaban muy bien, nunca
peleaban. Una noche dormía con Panchi
y la otra con Chiengu; igual cuando se iba a la montaña de casería o al río de
pesca, se turnaban; así vivió él hasta su muerte.
En 1960 llegaron los
colonos. El primero fue don Serafín,
cuñado de don Manuel Ortiz; luego don Manuel Ortiz, don Alejandro Velázquez,
don Miguel Muñoz y así otros. A ellos
mi abuelo les había cambiado sus terrenos con escopetas, radios, espejos,
hachas y machetes; es que ellos en ese tiempo no conocían estas novedades, eran
los últimos adelantos. Por esta razón mi
abuelo se quedó pobre y sin nada.
Posteriormente don Velázquez,
a estos mismos terrenos los revendió a la gente que llegaba; igual hizo don
Manuel Ortiz, trajo a sus conocidos a trabajar y en pago les daba lotes para
que vivan ahí; y como él ya estaba viejo
fue a vivir en Yanzatza. ¡Así se acabó la
propiedad de mi abuelo!
Cuando nos íbamos de cacería,
mientras caminábamos en la montaña recordaba: a Alejandro Velázquez le cambié
con una vaca; a Manuel Ortiz con dos escopetas; y a Miguel Muñoz con un radio; los
demás me dieron un hacha, un machete y así… a otros les cambié hasta con cosas
de comer.
Mi abuelo siendo el dueño de
los terrenos que ocupa toda la parroquia “Los Encuentros”, se quedó sin nada,
porque se aprovecharon de su ingenuidad.
¡Nos indigna, nos da coraje! Se
quedó sin nada. Murió sin tener dónde
vivir. ¡Parece increíble! ¡Verdad!
Los que hicieron estos
negocios en ese tiempo, ahora está muy bien; mientras nosotros mendigamos que
nos vendan un lote de terreno.
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