Por Eduardo Pucha S.
A más de 76 años de su muerte, la gente del medio rural, especialmente de la zona fronteriza Ecuador – Perú, lo recuerda con nostalgia y guarda aún en su memoria relatos muy interesantes que a través de la tradición oral nos traslada a un realismo mágico del siglo anterior. Cuentan que Naún, viviendo en carne propia el dolor, la miseria y la injusticia social, desde muy joven se convirtió en bandolero y se propuso arrebatar algo de las fortunas a los ricos y terratenientes para entregar a los pobres.
Claro está, que la mala distribución de la riqueza, lo encaminó a tomar estas decisiones; y cómo no iba a sentirse marginado, si para él estaba clara la injusticia y desigualdad social; ¡la realidad histórica así lo demuestra! Toda la provincia de Loja, en ese entonces, me refiero al siglo anterior, estaba dividida en grandes latifundios, posesionados solamente por tres familias pudientes: los Eguiguren con 14 haciendas; los Burneo con 10; y los Valdivieso con 6; y con latifundios menores, pero significativos, también los Arias, Samaniego y Riofrío.
Naún Briones vivió en una sociedad llena de desigualdades muy parecida a la actual, la riqueza del país concentrada en pocas familias y grupos de poder.
Los campesinos, especialmente los chazos lojanos que habitan en el cordón fronterizo, son los que más lo recuerdan, y alrededor de él se han tejido historias y ficciones que son parte de nuestro patrimonio narrativo cultural, relatos que tienen algo de verdad, algo de historia y algo de fantasía; pero ante todo, más de leyenda y tradición que resistiendo al tiempo se niegan a borrarse de la memoria colectiva.
En el pueblo lojano, sigue presente el recuerdo de Naún. Pero, ¿Quien fue realmente Naún Briones?, ¡se preguntará la juventud actual! Naún Briones, fue un hombre de carne y hueso que vivió en el siglo anterior. Nació el 26 de noviembre de 1902, allá en Cangonamá perteneciente al cantón Paltas, y murió el 13 de enero de 1935 en Sozoranga, acribillado por un pelotón de carabineros al mando del Mayor Deifilio Morocho. Fue un bandolero.
Allá en Sozoranga, el octogenario, don José Alfredo Narváez, me contó este hermoso relato que hoy lo comparto a los lectores: MI TÍO LO CASÓ A NAÚN. Es una narración sencilla, curiosa y ante todo muy original.
Dice así:
¡Verá!, en la escuela del barrio Tumbunuma, a una legua de distancia desde aquí, era profesora la señora Isolina Jaramillo, hermana de Dolores Jaramillo Mora, y como Naún andaba esquivándose de la tropa de Deifilio Morocho, una vez llegó a ese lugar y ahí es cuando la conoce a Dolores y se enamora de ella. No demoró mucho le propuso matrimonio, y mi tío, el cura Alfredo Narváez en 1934 es quien los casó. El matrimonio fue calladito, lo realizaron a la media noche. No disfrutaron mucho porque en enero de 1935 murió Naún.
La gente decía que lo amenazó al cura y que le puso el cañón de la pistola en la sien para que lo case; ¡eso no es cierto! Mi tío contó que Naún era un joven “muy educado, y que con toda delicadeza le solicitó que los case”, remarcaba, “¡era sencillo y muy educado!”
Dolores era una joven morenita y bien simpática. Tenía 7 años más que Naún, no era mucho, pero era, mayor a él. Fue muy devota, decían que se había casado con Naún para salvarle el alma, ¡si, esas eran sus intensiones!
Yo fui amigo de Dolores, ella me contaba que Naún era un hombre bohemio y generoso, un gran hombre que no ofendía a nadie aquí, y es por eso que tenía muchas amistades.
Ahora, cuando se refiere a la muerte de Naún, continúa:
¡La tropa los acorraló en la quebrada! Los cerraron en círculo: desde Los Pozos bajan por aquí cerca de La Loma, se encuentran con el barrio La Cruz y Guamaní; entonces, Naún y sus compañeros estaban entrampados y sin salida. Yo vivía con mi madrina y le digo a ella, ¡ya lo entramparon a Naún! ¿y cómo sabes, me dijo? ¡Vaa!, contesto, ¡están disparando a la redonda!, le están estrechando por todos los lados!
Cerca de Piedra Liza había una laguna grande, más arriba una peña. Ahí se refugiaron Rindolfo Espinosa, Victor Pardo y Naún. Le hicieron bastante resistencia a Deifilio Morocho hasta que sin poder capturarlo, ordenó dinamitar la peña. No murieron enseguida, alcanzó la absolución del padre, solamente Rindolfo Espinosa; decían que le encontraron puesto en su cuello el escapulario de la Virgen del Carmen. ¡Había sido devoto de la virgencita! A Víctor Pardo le habían vaciado los sesos. Pero a Naún ¡no le pudieron matar!, se suicidó. Eso se constató porque en 1988 cuando sacamos sus restos del cementerio antiguo para colocarlo en el actual, ahí estaba visible aún el hueco que él mismo se propinó en la cabeza.
Después a los muertos los trajeron al Cabildo para hacerles la autopsia. Fue don Abrahan Muñoz quien hizo este trabajo. Yo, descuidándola a mi madrina vi toda la autopsia. Don Abrahan, con la ayuda de otras personas, pesaron en una balanza de mates los sesos de Naún. No recuerdo bien si fueron dos o tres libras y media que pesó. Abrahan Muñoz era un viejito talabartero que siempre lo llamaban para que haga estos trabajos.
Dolores Jaramillo, su mujer, mandó a hacer una buena caja para Naún, igual para Víctor Pardo sus familiares; pero a Rindolfo le hicieron una mediana porque no tenía familiares aquí.
El 14 de enero, el Padre Alfredo Narváez celebró la misa de cuerpo presente para los tres. Yo recuerdo, que dijo: “Ayer Sozoranga se vistió de luto, fue el día más triste, tres vidas se opacaron. Culpables o no, Dios los llamó a su lado y hoy están caminando hacia el Señor”. En tanto que sus compañeros le compusieron las siguientes coplas que después las cantaban en el pueblo:
Más de cien soldados vienen
a emboscarlo en Piedra Liza
la gente asustada llora
el cielo truena y graniza.
Con la sangre de Naún
la laguna se tiñó
Sozoranga se asustó
por la muerte de Naún.
Dijeron que lo mataron,
pero eso no sucedió
los pobres aseguraron
que él mismo se disparó.
En los cantones lojanos
sin miedo camina aún
tranquilo, valiente, ufano,
el bandolero Naún.
“No cabe duda que Naún Briones fue un bandido, pero un bandido muy decente”.
Hago mías las palabras de Cordobés Maure, escritor colombiano que dice:
A más de 76 años de su muerte, la gente del medio rural, especialmente de la zona fronteriza Ecuador – Perú, lo recuerda con nostalgia y guarda aún en su memoria relatos muy interesantes que a través de la tradición oral nos traslada a un realismo mágico del siglo anterior. Cuentan que Naún, viviendo en carne propia el dolor, la miseria y la injusticia social, desde muy joven se convirtió en bandolero y se propuso arrebatar algo de las fortunas a los ricos y terratenientes para entregar a los pobres.
Claro está, que la mala distribución de la riqueza, lo encaminó a tomar estas decisiones; y cómo no iba a sentirse marginado, si para él estaba clara la injusticia y desigualdad social; ¡la realidad histórica así lo demuestra! Toda la provincia de Loja, en ese entonces, me refiero al siglo anterior, estaba dividida en grandes latifundios, posesionados solamente por tres familias pudientes: los Eguiguren con 14 haciendas; los Burneo con 10; y los Valdivieso con 6; y con latifundios menores, pero significativos, también los Arias, Samaniego y Riofrío.
Naún Briones vivió en una sociedad llena de desigualdades muy parecida a la actual, la riqueza del país concentrada en pocas familias y grupos de poder.
Los campesinos, especialmente los chazos lojanos que habitan en el cordón fronterizo, son los que más lo recuerdan, y alrededor de él se han tejido historias y ficciones que son parte de nuestro patrimonio narrativo cultural, relatos que tienen algo de verdad, algo de historia y algo de fantasía; pero ante todo, más de leyenda y tradición que resistiendo al tiempo se niegan a borrarse de la memoria colectiva.
En el pueblo lojano, sigue presente el recuerdo de Naún. Pero, ¿Quien fue realmente Naún Briones?, ¡se preguntará la juventud actual! Naún Briones, fue un hombre de carne y hueso que vivió en el siglo anterior. Nació el 26 de noviembre de 1902, allá en Cangonamá perteneciente al cantón Paltas, y murió el 13 de enero de 1935 en Sozoranga, acribillado por un pelotón de carabineros al mando del Mayor Deifilio Morocho. Fue un bandolero.
Allá en Sozoranga, el octogenario, don José Alfredo Narváez, me contó este hermoso relato que hoy lo comparto a los lectores: MI TÍO LO CASÓ A NAÚN. Es una narración sencilla, curiosa y ante todo muy original.
Dice así:
¡Verá!, en la escuela del barrio Tumbunuma, a una legua de distancia desde aquí, era profesora la señora Isolina Jaramillo, hermana de Dolores Jaramillo Mora, y como Naún andaba esquivándose de la tropa de Deifilio Morocho, una vez llegó a ese lugar y ahí es cuando la conoce a Dolores y se enamora de ella. No demoró mucho le propuso matrimonio, y mi tío, el cura Alfredo Narváez en 1934 es quien los casó. El matrimonio fue calladito, lo realizaron a la media noche. No disfrutaron mucho porque en enero de 1935 murió Naún.
La gente decía que lo amenazó al cura y que le puso el cañón de la pistola en la sien para que lo case; ¡eso no es cierto! Mi tío contó que Naún era un joven “muy educado, y que con toda delicadeza le solicitó que los case”, remarcaba, “¡era sencillo y muy educado!”
Dolores era una joven morenita y bien simpática. Tenía 7 años más que Naún, no era mucho, pero era, mayor a él. Fue muy devota, decían que se había casado con Naún para salvarle el alma, ¡si, esas eran sus intensiones!
Yo fui amigo de Dolores, ella me contaba que Naún era un hombre bohemio y generoso, un gran hombre que no ofendía a nadie aquí, y es por eso que tenía muchas amistades.
Ahora, cuando se refiere a la muerte de Naún, continúa:
¡La tropa los acorraló en la quebrada! Los cerraron en círculo: desde Los Pozos bajan por aquí cerca de La Loma, se encuentran con el barrio La Cruz y Guamaní; entonces, Naún y sus compañeros estaban entrampados y sin salida. Yo vivía con mi madrina y le digo a ella, ¡ya lo entramparon a Naún! ¿y cómo sabes, me dijo? ¡Vaa!, contesto, ¡están disparando a la redonda!, le están estrechando por todos los lados!
Cerca de Piedra Liza había una laguna grande, más arriba una peña. Ahí se refugiaron Rindolfo Espinosa, Victor Pardo y Naún. Le hicieron bastante resistencia a Deifilio Morocho hasta que sin poder capturarlo, ordenó dinamitar la peña. No murieron enseguida, alcanzó la absolución del padre, solamente Rindolfo Espinosa; decían que le encontraron puesto en su cuello el escapulario de la Virgen del Carmen. ¡Había sido devoto de la virgencita! A Víctor Pardo le habían vaciado los sesos. Pero a Naún ¡no le pudieron matar!, se suicidó. Eso se constató porque en 1988 cuando sacamos sus restos del cementerio antiguo para colocarlo en el actual, ahí estaba visible aún el hueco que él mismo se propinó en la cabeza.
Después a los muertos los trajeron al Cabildo para hacerles la autopsia. Fue don Abrahan Muñoz quien hizo este trabajo. Yo, descuidándola a mi madrina vi toda la autopsia. Don Abrahan, con la ayuda de otras personas, pesaron en una balanza de mates los sesos de Naún. No recuerdo bien si fueron dos o tres libras y media que pesó. Abrahan Muñoz era un viejito talabartero que siempre lo llamaban para que haga estos trabajos.
Dolores Jaramillo, su mujer, mandó a hacer una buena caja para Naún, igual para Víctor Pardo sus familiares; pero a Rindolfo le hicieron una mediana porque no tenía familiares aquí.
El 14 de enero, el Padre Alfredo Narváez celebró la misa de cuerpo presente para los tres. Yo recuerdo, que dijo: “Ayer Sozoranga se vistió de luto, fue el día más triste, tres vidas se opacaron. Culpables o no, Dios los llamó a su lado y hoy están caminando hacia el Señor”. En tanto que sus compañeros le compusieron las siguientes coplas que después las cantaban en el pueblo:
Más de cien soldados vienen
a emboscarlo en Piedra Liza
la gente asustada llora
el cielo truena y graniza.
Con la sangre de Naún
la laguna se tiñó
Sozoranga se asustó
por la muerte de Naún.
Dijeron que lo mataron,
pero eso no sucedió
los pobres aseguraron
que él mismo se disparó.
En los cantones lojanos
sin miedo camina aún
tranquilo, valiente, ufano,
el bandolero Naún.
“No cabe duda que Naún Briones fue un bandido, pero un bandido muy decente”.
Hago mías las palabras de Cordobés Maure, escritor colombiano que dice:
“El pueblo me lo contó
y yo al pueblo se lo cuento
y pues la historia no invento
responda el pueblo y no yo”
N.B.- Este relato fue socializado a través del Taller de Literatura "P´alabrar" de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Loja, en el Primer Encuentro Literario Internacional "Quito, ciudad de Letras", realizado en el Centro Cultural Benjamín Carrión, en la ciudad de Quito, el día 21 de septiembre de 2011.