Este año, no habrá procesión con San
Vicente Ferrer
La devoción a San Vicente
Ferrer y la celebración de su fiesta la última semana del mes de abril en la
parroquia de Chuquiribamba, Patrimonio Cultural del Ecuador, data desde
1924.
Han transcurrido cerca de
cien años que ininterrumpidamente se ha realizado, convocando a miles de
devotos y turistas del país y el extranjero a venerar nuestra milagrosa imagen
y participar de todas las programaciones religiosas, deportivas y culturales
preparadas por sus organizadores.
Pero, el presente año, no
será así. Será una fiesta
diferente. Una fiesta atípica que la
vamos a pasar, por primera vez; la razón es evidente, la presencia de la
pandemia del coronavirus que ha paralizado muchas actividades en el mundo y desde
luego, nuestra parroquia no es ajena a esta realidad.
En el presente año, no
habrá la multitudinaria procesión que en honor a San Vicente Ferrer se recorre
desde la iglesia matriz hasta la pampa de Cocheturo; no se escucharán los
ritmos musicales de las típicas “bandas
de pueblo”; no habrá las tradicionales “escaramuzas”
con la participación de cientos de jinetes de las parroquias vecinas; no habrá
vísperas, quema de castillos, vaca loca, bulla de cohetes y disfrazados; no
habrá el tradicional aguado de leche que en portales y calles del pueblo reparten
a los pobladores y turistas. ¡En esta
vez, sus calles lucirán vacías y solitarias!
Y claro, no habrá
festividades con presencia física de sus devotos y visitantes; pero sí habrá
una gran fiesta espiritual utilizando las redes sociales. A través de internet participaremos en
nuestros hogares de: la novena, las misas y todos los ritos religiosos que el
P. Rolando Faicán, priostes y devotos realizarán la última semana de abril. De eso estoy seguro.
Pero… el próximo año sí, celebraremos
como antes, con toda la algarabía y pomposidad. Volveremos a presenciar el
evento más concurrido y novedoso del cantón Loja en las parroquias rurales del
sector noroccidental.
El
mentor de esta tradicional fiesta, se conoce que fue el párroco, Dr. Carlos
Eguiguren R., quien tuvo la iniciativa de hacer esculpir la imagen de San
Vicente Ferrer en 1924. Dicen que, para
materializar su cometido, primeramente, concienció a los feligreses y luego
pidió su colaboración, a lo que el pueblo no se hizo esperar. Sin demora, designó una comisión para que
viaje a la ciudad de Cuenca en busca de un escultor.
Corrobora
este dato, don Ángel Puchaicela, nieto de Abelardo Puchaicela, primer síndico
de la fiesta, quien cuenta que de niño le acompañaba a su a abuelo al cerro
Santa Bárbara a realizar la ordeña de las vacas, y en su recorrido siempre le
comentaba que taita curita, Carlos Eguiguren, lo comisionó a él con el profesor
Leoncio Jaramillo, Luis Cuenca Dávila, Ángel Moisés Cuenca y Leopoldo Sinche a
contratar un escultor, por lo que de inmediato viajaron a Cuenca por el camino
de herradura, porque en ese tiempo no había carreteras.
Allá,
-continúa-, el escultor cuyo nombre no recuerdo, luego de convenir en el precio
nos dijo que regresemos después de seis meses.
Cumplido
el plazo, los mismos comisionados y otros más que se sumaron, emprendimos el
viaje nuevamente, para traerlo.
Todos,
llenos de devoción llegamos a la casa del escultor allá en Cuenca, y una vez
que nos entregó, cargamos en andas a la imagen de San Vicente y salimos desde
la ciudad en procesión. Pasamos Cumbe,
Nabón, Oña, Paquishapa y Saraguro.
Recuerdo que en este último lugar los pobladores nos brindaron chicha y
comida. Durante la noche arreglaron un
altar y prendieron cirios para velarlo y al siguiente día se ofertaron
acompañarnos hasta la loma de Huagrahuma unos, y a Fierrohurco otros. De ahí se regresaron.
En
Santiago hicimos otra parada en donde también lo velaron, luego, se adelantó un
comisionado para avisarle a taita curita que ya estamos en esta población. ¡Hasta aquí habíamos caminado seis
días! Los devotos de Chuquiribamba no
se demoraron, pronto llegaron y otros nos encontraron en el camino, algunos en
caballo y otros a pie.
Entre
cánticos y oraciones pasamos por el cerro Santa Bárbara, llegamos hasta
Aguarongo, y en gran algarabía poco a poco los devotos se sumaban. Desde los diferentes barrios corrían a su
encuentro acompañados del repicar de campanas de su iglesia y el continuo
reventar de cohetes.
Algunos
en el camino nos esperaban con ollitas de comida para atenuar el hambre, en
tanto que otros, con cántaros de aguado de leche para calmar el cansancio de
los caminantes.
Este
es el origen de la fiesta de San Vicente Ferrer en Chuquiribamba y la tradición
de realizar “las
escaramuzas” en
Cocheturo con la participación de los jinetes de Santiago, Zenén y pueblos
vecinos, así como la repartición del aguado de leche en portales y
corredores. ¡Es una costumbre muy
nuestra que la conservamos!
Por
los milagros que se le atribuye a San Vicente, los devotos que llegan de todas
partes, le retribuyen con limosnas en: dinero, granos, semovientes, aves de
corral y otros, para que sean rematados en los bazares populares de cada año.
edup
/ 17 abril 2020