en San Pedro de la Bendita:
Por: Eduardo Pucha Sivisaca
Publicado en Diario LA HORA, el 24 de septiembre de 2017, pág. A6
Publicado en Diario LA HORA, el 24 de septiembre de 2017, pág. A6
Con más de noventa años, erguidos
como roble continúan, don José Alfredo Narváez en Sozoranga, José Castillo
Luzuriaga en Quito, Luis Emilio Díaz y María Elena Robles en Cangonamá, José
Miguel Ayala en Cruzpamba, Efrén Sánchez en Macará, Flora Aguirre Vidal en Loja
y Enriqueta Tenesaca en San Pedro de la Bendita, quienes conocieron al
legendario bandolero Naún Briones y cada cual cuenta su propia historia.
Doña Enriqueta, dice:
lo recuerdo a Naún cuando llegaba a la casa de mi madre en El Tambo, cerca de
San Pedro de la Bendita. Fue amigo de
mi padrastro, José Manuel Macas.
Yo tenía dieciséis
años, me daba miedo al inicio porque la gente decía que era un hombre malo;
pero poco a poco lo fui conociendo en la conversación; era un joven muy
educado, prudente y respetuoso, por eso mi madre confiaba y le daba posada.
Él conversaba con mi padrastro y
le contaba que era de Cangonamá y que su
mamá se llamaba Etelvina, entre otras cosas;
llevaba un sobrero blanco con cintillo negro, pantalón plomo, botas con espuelas y una camisa azul claro
con su nombre en el bolsillo bordado por una señorita Dolores Jaramillo.
“Suca” me decía,
(sonríe), “la verdad, yo si robo, pero no para mí, sino para los pobres, porque hay tantos que no tienen
que comer. Mientras los ricos están con la presa de gallina en la
boca, nosotros en cambio estamos
bostezaaando”.
Teníamos dos perros
bravísimos, pero cuando Naún llegaba solo ladraban un poquito y luego se
callaban. Ya lo conocían.
No tenía hora fija de
llegada, generalmente lo hacía en la noche, amarraba su mula en el pico pico
grande. Bajaba su alforja en donde
guardaba una carabina en un lado y en el otro parece que un machete y luego la
desensillaba.
Se marchaba antes de
que raye el día, pero nunca supimos adónde, ¡eso no contaba! Suponíamos que tal vez a Gonzanamá o Loja.
Por aquí (señalado a
El Tambo) era el Camino Real que venía de Catacocha. En las fiestas de Chuquiribamba, Chantaco y
la feria de Loja, pasaba mucha gente en acémilas desde Olmedo y Chaguarpamba
llevando atados de dulce, bocadillos y rallados para hacer “el cambio” con los
granos y quesillo que producen en la sierra.
Cuando los vecinos
supieron que Naún llegaba a nuestra casa, nos miraban mal, porque creía que es
peligroso. Preocupada de eso fui donde
don Ramón Ojeda, teniente político, para aclarar este asunto, pero como no lo
encontré hablé con don Aurelio Benavidez, el secretario y le dije: “vea don
Aurelio, todos me hablan y me miran mal porque mi madre le da posada a
Naún. La verdad, Naún si ha llegado
algunas veces en la casa, pero muy de mañana se ha ido como cualesquier
forastero que pide posada; él no es un hombre como lo describen, él ha tratado
con nosotros y se ha demostrado ser un hombre delicado y prudente, nunca nos
faltó el respeto”.
En ese
momento se enteraron las autoridades de San Pedro de la Bendita que Naún
llegaba aquí.
Loja, 18 de septiembre de 2017